BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Los primeros en el peligro de la paella


En la tradición del PSOE los miembros de la comisión ejecutiva se sientan frente a los representantes del comité federal. Es una fórmula que se repite en los órganos regionales y provinciales. De tal modo que cuando un secretario general da cuentas a los representantes del partido de la gestión de su ejecutiva, tiene a toda su ejecutiva respaldándolo. Las primeras veces que viví esa situación mi secretario general era Juan Fraile y el comité provincial del PSOE se reunía en el Centro Cívico. Todavía puedo oír su voz poderosa ganándole el combate a la enfurecida acústica de aquel salón. La diferencia principal, además de la obvia, es que en el comité provincial los de la ejecutiva nos sentábamos como nos apetecía y en el comité federal tenemos un sitio asignado por la superioridad, de modo que a algunos, como Álvaro Cuesta y a mí, siempre nos sientan fuera del tiro de cámara de televisión cuando enfoca al secretario general. No es que nos importe, pero a todos nos gustaría que de vez en cuando nos vieran en nuestros pueblos, además de que siempre te queda la dolorosa duda de si es que no encajas en los cánones estéticos del partido o se trata de otra cosa.

El caso es que el sábado pasado, aunque fuera del tiro de cámara, como siempre, yo estaba sentado frente a los representantes en el comité federal del PSOE, máximo órgano entre congresos, escuchando como José Luis Rodríguez Zapatero nos explicaba que no sería candidato a la Presidencia del Gobierno en las elecciones generales de 2012. Resulta curioso, lo tenía tan cerca, pero no podía verle la cara, así que cuando he visto las imágenes del discurso del presidente Rodríguez Zapatero reproducidas en los telediarios, he tenido la sensación de estar viendo algo diferente a lo vivido. Sin embargo, en vivo y por televisión, hay algo que se percibe igual, y es la determinación de Rodríguez Zapatero por aterrizar su discurso en las llanuras de la democracia. En las palabras y en el tono, lo que aún es más difícil, se percibe la firme voluntad de eludir cualquier solemnidad retórica, cualquier engolamiento; lo que dice está dicho en un tono casi coloquial, como el que cuenta algo tan normal como un relevo democrático.

Por eso me sorprendió tanto la reacción de la ultraderecha. Me parecía una alucinación verlos en los aledaños de la sede de Ferraz insultándonos y exhibiéndose, mientras ondeaban banderas con los colores de la española, a la par que daban unos cortos paseos de un lado a otro de la acera, que más parecían los de unos extemporáneos y bigotudos aprendices de majoretts que los pasos siniestros y marciales del desfile de una escuadra fascista. La cosa es que no era una alucinación, porque la policía también los veía, como los vieron Mar Moreno, Rosa Torres y Marisa Bustinduy que salían conmigo a buscar un sitio para comer algo rápido antes de coger el AVE de vuelta.

Mientras pedíamos unas ensaladas y unos pinchos de tortilla en el bar de enfrente apostamos cuánto les duraría el ardor a aquellos esforzados nacionalistas (españoles). Acertamos. Enseguida se fueron a sus casas, porque se dieron cuenta de que en aquel instante el verdadero peligro no era que se rompiera España, sino que a ellos se les pasara la paella.

TRANSPARENCIA

Información económica sobre el PSOE de Málaga y de sus cargos