BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Que la gane el que menos la ame


Hice la mili en 1983, en un regimiento de artillería de campaña. Tenía 23 años, había terminado la licenciatura en Sociología y ya entonces era un veterano militante del PSOE. Pude objetar, como hicieron muchos de mis amigos, pero no lo hice. Fui a la mili conscientemente y por las mismas razones que fue Cicerón dos mil años antes, por las razones de un republicano. La hice como un deber cívico de defensa de la patria con las armas. La patria de un republicano es la libertad, y España en 1983 ya era una patria. Es verdad que mi ardor guerrero era comparable al de Cicerón. Un día mi capitán, una persona admirable y un verdadero demócrata, pero que desesperaba pacientemente de mi puntería en las prácticas de tiro, me dijo: «Mora, te vamos a apuntar a la Federación de Tiro», y yo, aprovechando su buen talante, disparé rápido mis palabras: «mi capitán, en cualquier acción de guerra hay bajas, yo estoy aquí para ser una de esas bajas». En estos asuntos conviene no equivocarse sobre las propias capacidades.

No me gusta la guerra, no creo que le guste a nadie en su sano juicio. Soy un hombre pacífico, pero creo que la pacífica victoria de Gandhi contra los británicos hubiera sido imposible contra la Alemania nazi. Contra el nazismo solo cabía la guerra. Creo que fue Albert Camus el que dijo: «si ha de haber guerra, que la haya, y que la gane el que menos la ame». Yo pienso lo mismo. En todo caso, como sociólogo no me puedo engañar, es un fenómeno social, no basta con desearlo para que desaparezca, está ahí y exige mucha atención y mucho empeño erradicarlo. Hay caminos para ello, sobre la guerra hemos aprendido, por ejemplo, que las democracias no suelen hacerla entre sí. Por eso abrigo la esperanza de que, aunque somos el mismo animal que es capaz de acumular armas suficientes para destruir toda la vida del planeta, quizá llegue el día en que seamos capaces de renunciar a la guerra para siempre.

En alguna parte, hace tiempo, leí que en ciertas sociedades sólo podían votar la guerra los ciudadanos que tenían hijos en edad militar. Quizá por eso el martes 22, antes de votar la aprobación del envío de nuestras Fuerzas Armadas a Libia, le expliqué a mi hijo que votaría a favor. Al votar pensé en nuestros soldados y en sus padres y madres, también en los padres y madres de los soldados que eventualmente se enfrentarían a los nuestros. Leí en los rostros de mis compañeras de escaño exactamente los mismos pensamientos. ¿Por qué tomábamos una decisión tan dura, tan difícil? Había leído la resolución 1973 del Consejo de Seguridad, pero en aquel momento me vino a la memoria la portada de El Mundo en la que unas semanas antes aparecía un gran titular que decía: «El régimen de Gadafi se resquebraja entre estertores de violencia salvaje». Qué bien estaban elegidas aquellas palabras. Votábamos una acción destinada a parar la violencia salvaje de un tirano contra su pueblo. Lo hacíamos para cumplir un mandato de Naciones Unidas, respetando la legalidad internacional, por mayoría casi unánime del Congreso y con el acuerdo de la mayoría de la sociedad española.

Al día siguiente de la votación, El Mundo titulaba su portada con una frase de Rajoy: «No somos como ustedes». Se refería Rajoy a los socialistas, y tiene razón; pero gracias al Presidente Zapatero, hoy el señor Rajoy se parece más a nosotros que al Presidente Aznar. Quizá por eso esta vez no aplaudió cuando terminó la votación.

TRANSPARENCIA

Información económica sobre el PSOE de Málaga y de sus cargos