BLOGOSFERA
Presentación
Poco a poco nos acercamos a las elecciones del 22 de mayo. Los trabajos partidarios, hasta ahora básicamente internos, de elaboración de programas y de candidaturas, van dejando sitio a actividades orientadas al exterior, como son las presentaciones de los candidatos y las listas que conforman las candidaturas.
La presentación de candidaturas forma parte del ritual político. Sé que debí estar más atento en las clases de Antropología Social de tercero de carrera, pero tres décadas más tarde ya no tiene mucho sentido lamentarse, en todo caso recuerdo que dedicamos unas cuantas clases a hablar de la importancia de los ritos para la cohesión social. Es posible que fuera entonces cuando oí por primera vez el chiste del antropólogo que le pregunta al aborigen americano: «¿de verdad creen ustedes que con la danza de la lluvia consiguen hacer que llueva?» a lo que el indio le contesta en un lenguaje muy técnico: «no, qué va, hacemos la danza de la lluvia para producir cohesión social en un momento de crisis tribal consecuencia de la sequía».
Lo cierto es que la presentación de las candidaturas es un verdadero rito, como corresponde a cualquier institución social que se precie. Es igual en un pueblo pequeño que en una gran ciudad, en el salón de un ayuntamiento que en el auditorio principal de un centro de convenciones. Probablemente si nos preguntara un antropólogo: «¿de verdad creen ustedes que así consiguen votos?», nosotros le contestaríamos «no, qué va, lo hacemos para ponernos las pilas», que es la manera de decir en argot lo mismo que el indio del chiste.
Desde los encuentros y saludos a los amigos y compañeros previos al comienzo del acto, hasta el momento en que van subiendo al estrado, uno a uno, los componentes de la lista, a la par que suenan, mezclados, los aplausos del público y la musiquilla alegre y solemne del partido, todo ayuda a calentarnos el corazón en este tiempo frío. Mientras los medios de comunicación reiteran la decepción de los ciudadanos españoles y europeos con sus políticos, el jornalero del campo, la farmacéutica, la limpiadora, el veterinario, el joven estudiante universitario, van subiendo al estrado con una mezcla de timidez y de orgullo, dispuestos a gobernar su pueblo o su ciudad en un tiempo de crisis.
Este fin de semana tuve el honor de presentar a Enrique Domínguez y a sus compañeros y compañeras, en Archidona, y a Paco Hidalgo y a los suyos en Fuente de Piedra. Sin duda, esta es una de las tareas más gratas del trabajo político. A mí me tocaba pronunciar un discurso, y aunque tuve la fortuna de compartir tribuna con Miguel Ángel Heredia, Rosa Torres y hasta con la ministra Ángeles González Sinde, no podía evitar recordar algunas palabras de Pericles ante los guerreros demócratas atenienses: «es injusto que la fama de tantos hombres valientes dependa del acierto o del fracaso de un solo orador». Estas semanas, en todos los pueblos y ciudades de nuestro país, pacíficos guerreros de la democracia española, mujeres y hombres de la más diversa condición social y bajo las más diversas siglas, oirán decir su nombre y, entre música y aplausos de sus familiares y amigos, saldrán a dar la cara por aquello en lo que creen. Que otros, si quieren, canten su decepción con los representantes democráticos; permítanme que yo cante su valentía.