BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

A cada insulto, una ironía


Dice Albert O. Hirschman en su libro Retóricas de la intransigencia que mientras los conservadores usan el humor y la ironía de manera frecuente y efectiva, los progresistas son «pródigos en indignación moral y parcos en ironía». El uso del humor en la crítica política es tan antiguo como la democracia; y ya en los comienzos de ésta fueron los conservadores quienes la usaron contra los demócratas, como bien llegó a saber y padecer el mismísimo Pericles. Lo cierto es que el humor suele tener un efecto más corrosivo que la indignación, y que, en general, tememos más la risa que el insulto. Es algo que saben bien los tiranos, quizá por eso, al final de sus días, Aristófanes terminara lamentando la casi pareja desaparición de la democracia y de la sátira política que él usó tantas veces contra la misma.

Si bien es cierto que la izquierda española encaja en la caracterización de Hirschman, la verdad es que en esto del humor la derecha política española no parece muy homologable a la de los países democráticos de nuestro entorno. Basta leer muchos de los comentarios que se hacen a los artículos y columnas de los periódicos bajo la máscara del anonimato, para poder constatar que resulta más fácil encontrar el insulto áspero o la descalificación personal propios del escarnio que la sutileza de la ironía.

La cosa es que la derecha intenta el humor en su crítica, y para ello usa figuras retóricas humorísticas como la exageración o la contradicción que persiguen ridiculizar al adversario. Me centraré en un último ejemplo: la crítica a la reducción de la velocidad máxima en carretera a 110 kilómetros a la hora como medida de ahorro energético. El portavoz del PP afirmó que se trataba de una medida soviética. De entrada tiene que tener una intencionalidad humorística, porque algo así no se dice en serio salvo que se haya perdido el juicio, y ese no es el caso del portavoz del PP.

Desde la izquierda se lanzaron tres líneas de respuesta: a) que en Estados Unidos la velocidad máxima es de 110 kilómetros a la hora y que Estados Unidos no es un país soviético precisamente, cosa que es cierta; b) que es una afirmación propia del anarcofriquismo, cosa que también es cierta; y c) que para el PP la diferencia entre dictadura y libertad es de 10 kilómetros a la hora, afirmación que formalmente, al menos, es cierta; pero que, sobre todo, al conectar la afirmación del portavoz del PP con la memoria política colectiva de nuestro país, detona una carga de ironía que resulta demoledora. (Nobleza obliga: la tercera afirmación la hizo el presidente Griñán el pasado fin de semana).

Sin duda Hirschman tiene razón, el humor es un arma política de primera magnitud. El problema para el que la usa es que resulta fácil herirse con su doble filo, como le ocurre al portavoz del PP, pues que la derecha española mencione la dictadura soviética viene a ser como mentar la soga en casa del ahorcado. En todo caso, en la batalla política, como en todas las de la vida: a la ironía, ciudadanos.

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