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El anillo ferroviario y la escalera neolítica
«En aquella sierra que veis allí, dijo Miguel Ángel Heredia, diputado al Congreso y secretario general del PSOE de la provincia de Málaga, hay una escalera neolítica que parte de su base y llega casi hasta la cima. La escalera termina en una especie de refugio cuya entrada podía cerrarse con una piedra inmensa y redonda que, partida, aún permanece allí». Tecnología punta del neolítico, pensé. Pilar Serrano, la delegada provincial de la Consejería de Innovación y yo mirábamos la sierra distante y veíamos la escalera y el refugio con los ojos de la imaginación, mientras que nuestro conductor Dani Pérez, el más joven diputado malagueño, se tenía que conformar con imaginarse la escalera como todos los demás, pero en su caso sin poder apartar la vista de la carretera.
Mientras Miguel Ángel nos explicaba cómo se puede saber si una cueva ha estado o no habitada, nos íbamos acercando cada vez más a la estación de Antequera Santa Ana, donde se iba a celebrar la presentación del anillo ferroviario que va a construir el Ministerio de Fomento. Un anillo de 52 kilómetros que servirá para investigar y probar tecnología ferroviaria de alta velocidad, algo así como el acelerador de partículas atómicas de Suiza, pero para trenes. Una infraestructura que traerá siete mil empleos, y una industria de investigación y desarrollo que dará trabajo a cientos de ingenieros de las más diversas especialidades, además de otros muchos profesionales. Un proyecto que soñó, pensó y trabajó para que se instalara en nuestra tierra, Magdalena Álvarez.
Al llegar a la estación, nos recibió un grupo de personas con pitos y pancartas en las que se oponían a la construcción del anillo. No lo pude evitar, sentí como el pensamiento se me iba para atrás, atravesando todo el siglo XX, con sus guerras terribles y sus avances tecnológicos, el Renacimiento, la Edad Media, y así, las distintas edades del hombre hasta llegar al Neolítico. Entonces imaginé cómo sería la inauguración de la escalera de piedra y el refugio con la gran piedra que lo cerraba situados en la sierra cercana. El jefe con sus símbolos del poder, entre los que destacaba el uso de la palabra, los guerreros, los que habían hecho la escalera, en fin, los de la pancarta y los pitos, como siempre. Supongo que en cada tiempo, vestidos de un modo u otro, seguro que ahora con más libertad que entonces, siempre ha habido quienes se opongan a cualquier avance social o tecnológico.
Hablaron Ricardo Millán, el alcalde de Antequera, los ministros José Blanco y Cristina Garmendia y el presidente Griñán. A diferencia de lo que hubiera ocurrido en la inauguración de la escalera neolítica, no había niños. Cuando esté en marcha, irán a verlo en sus visitas escolares, y algunos de ellos trabajarán pronto en esa maqueta gigantesca de trenes que va a instalarse en nuestra tierra. Creo que fue el presidente Griñán el que señaló con aquella frase unamuniana, «que inventen ellos», al espíritu que el anillo ferroviario contribuye a exorcizar de nuestra tierra para siempre. Tampoco vinieron los representantes del PP, probablemente como en el Neolítico. Porque ellos nunca hubieran hecho la escalera de piedra y el refugio, salvo que ambos hubiesen sido de peaje.