BLOGOSFERA
Lassalle
En el Parlamento, al igual que en los deportes de equipo, no sólo compites contra el equipo adversario, sino que frecuentemente compites contra una persona concreta de ese equipo. En mitad del partido, o del combate si nos ponemos épicos, cuando estás acariciando la victoria o, por el contrario, cuando sientes el frío de la derrota, hay momentos en los que ves con claridad el rostro de ese tu adversario particular y puedes leer en él, invertidos, como en un espejo, tus mismos pensamientos.
En el Congreso de los Diputados mi adversario particular se llama José María Lassalle Ruiz. Él es portavoz del PP en la Comisión de Cultura, del mismo modo que yo lo soy por el PSOE. Lassalle es diputado del PP por Cantabria, es profesor de Filosofía del Derecho e Historia de las Ideas en la Universidad Rey Juan Carlos y es una persona culta y educada. Escucharlo hablar es siempre interesante, pero hay días en que debatir con él puede ser bastante peor que un dolor de muelas. Es un formidable adversario, que no sólo conoce los temas, sino hasta el último recoveco de su fundamentación filosófica.
Si Lassalle fuera un liberal a la manera de algunos que lo ponen a caldo en la prensa de derechas de Madrid, batirse con él sería pan comido. Son liberales que tienen más frescas sus lecturas juveniles de Mao y José Antonio que sus lecturas adultas de Isaiah Berlin; da igual qué autores citen o qué etiquetas invoquen, al final su pensamiento sabe siempre a lo mismo, como la comida del internado. Ellos ganan sólo en el toreo de salón de las tertulias o en el soliloquio amplificado de sus columnas, pero más allá de contentar a su parroquia no convencen a nadie. Lassalle no es como ellos, es un liberal auténtico y eso lo pone todo más difícil, porque es capaz de dialogar de verdad; arriesgándose a ser convencido en su empeño por convencerte. Contra él no basta la seguridad de los votos en la aritmética parlamentaria, hace falta también cuidar el filo de las ideas. Alguna cicatriz suya llevo de nuestros lances parlamentarios, pero en todo caso son cicatrices en mi orgullo político y parlamentario, nunca en mi dignidad personal.
Como buen conocedor de los orígenes republicanos del liberalismo, Lassalle sabe bien de la relación existente entre la libertad y la propiedad. Una pensadora republicana como Hannah Arendt escribió una vez, hablando de Proudhon, que se entendía bien que a pesar de sus posiciones sobre la propiedad «vacilase en aceptar el dudoso remedio de la expropiación general, puesto que sabía muy bien que la abolición de la propiedad privada, aunque curara el mal de la pobreza, atraía muy probablemente el mayor mal de la tiranía». Así que siempre pensé que sería posible encontrar un espacio de entendimiento en el controvertido asunto de la propiedad intelectual y de la Ley Sinde. El precio final de Lassalle fue elevar las garantías constitucionales de la norma, y ese es un precio que un socialista paga con agrado, y llegamos al acuerdo.
Como consecuencia del acuerdo entre el Gobierno y el PP, hace unos días alguien comparó nuestro régimen de libertades con el de China, y esa misma persona identificó en su blog a Lassalle con una rata. No sé si sabrá mucho de internet, pero creo que esa persona sabe poco de democracia y menos de Lassalle. Por eso hoy he querido explicar a mi adversario, que en su caso es la mejor forma de defenderlo a él y a los valores constitucionales que compartimos.