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Patriotismo anticonstitucional
En pocos días, los dos partidos mayoritarios han programado sendos actos relacionados con el Estado de las Autonomías. El PSOE organizó durante el fin de semana una gran convención en Zaragoza bajo el lema La fuerza de un gran país. Por su parte, el PP, siempre atento al quite, presentó el lunes 31 de enero un informe de la Fundación FAES titulado Por un Estado autonómico racional y viable, con el olvidadizo ex Presidente Aznar ejerciendo de maestro de ceremonias e invitado de honor.
La lectura de la intervención de José María Aznar y del manifiesto socialista supone un ejercicio de análisis político de enorme finura. Los medios de comunicación han recogido los principales titulares ofrecido por el político conservador, mientras que la convención socialista ha acaparado más atención por la presunta sucesión de José Luis Rodríguez Zapatero. Por lo tanto, no ha existido la posibilidad de comparar propuestas en torno a un asunto tan importante como es la concepción del Estado que defienden nuestros principales partidos. De ahí que sea necesario hacerlo, aunque sea desde un oscuro rincón de provincias.
Para ahorrar tiempo, vayamos directos a las conclusiones. La intervención de Aznar en la Fundación FAES volvió a ser un ejercicio académico del más profundo cinismo político. Sin contemplaciones. Porque quienes tenemos memoria recordamos que Aznar se negó a recibir al Presidente de la Comunidad Autónoma de Andalucía, Manuel Chaves, durante varios años; negó el pan y la sal a Andalucía en el modelo de financiación autonómica; hablaba catalán en la intimidad entre 1996 y el año 2000; o también que abrió la puerta al aumento de las transferencias a las Comunidades Autónomas cuando necesitaba del apoyo de CiU para sacar adelante sus propuestas estando en minoría en el Congreso.
Este mismo Aznar se reconvierte en 2011 en defensor del Estado autonómico, asegurando que los problemas de las CCAA afectan a la cohesión social y a la igualdad de oportunidades que una democracia avanzada debe asegurar. Inaudito. Y propone, sin concretar en qué consistiría, una reforma constitucional al estilo alemán para preservar el derecho de la Nación (sic) española a decidir su propio destino libremente, a trabajar por su prosperidad y a permanecer unida. Lástima que en su breve pero intensa exposición no recordara que es Valencia la Comunidad Autónoma con mayor endeudamiento per capita, que es Madrid la Comunidad Autónoma que ha dinamitado las reglas fiscales del juego con un dumping fiscal que está haciendo daño al sistema, o que son las Comunidades gobernadas por el PP quienes de manera sistemática desafían las leyes aprobadas por el Congreso o boicotean las políticas sociales puestas en marcha por el Gobierno de España. A las pruebas nos remitimos.
Por su parte, el PSOE presentó en Zaragoza un denso manifiesto (Lo que hay que hacer) que supone una clara apuesta por el Estado de las Autonomías, una de las señas de identidad de la Constitución. Y en este sentido, hay que poner de manifiesto la coherencia de una formación política que cree en la Constitución y en el desarrollo de la descentralización política y administrativa que en ella se defiende. A través de la creación de mecanismos como el Consejo de Política Fiscal y Financiera y la Conferencia de Presidentes, se han habilitado espacios institucionales de coordinación y debate. Y desde luego si bien se reconoce la necesidad de actuar con más austeridad y eficacia, se parte de la premisa de que el despliegue del Estado de las Autonomías ha servido para aumentar los niveles de renta, conseguir la convergencia de todas las regiones con Europa, y multiplicar los servicios públicos que se prestan a los ciudadanos, que siempre deben estar en el centro de la acción política.
La reflexión socialista aboga por mejorar el funcionamiento del conjunto de las Administraciones en tres grandes ámbitos: desarrollo y garantía de los servicios públicos, empleo y cohesión social y austeridad y eficacia del gasto público. Se trataría, en definitiva, de dar un nuevo impulso autonómico basado en la asociación y la cooperación entre CCAA, en el trabajo conjunto con el Estado y en el impulso a la movilidad y al dinamismo interautonómico.
Leyendo los documentos de uno y otro partido político, es obligatorio recordar el feroz abrazo interesado que el PP dio en su Congreso Nacional del año 2002 al concepto de patriotismo constitucional acuñado por Jürgen Habermas. En aquella oportunista ponencia, los redactores trataron de mezclar ambos conceptos como si de vino y gaseosa se tratara. Y por lo que se ve, el PP sigue nadando en la antinomia conceptual, sin aceptar todavía la Constitución de 1978 que fue aprobada por la inmensa mayoría de los españoles con el voto reacio de los rescoldos franquistas que luego darían pie a la precursora Alianza Popular. Una involución preocupante.