BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Cosas que pasan mientras corres


Cuando estoy en Madrid, suelo ir a correr a la Ciudad Universitaria; el campus de Moncloa de la Universidad Complutense es siempre entretenido, por él pasan la diversidad de las horas del día, de los días de la semana y de las estaciones del año, también la diversidad de mi propia vida, pues ya corría por allí a los veinte y sigo haciéndolo treinta años después. La flora y fauna académicas y la voz de Jazmine Sullivan cantando «I bust the windows out your car» consiguen entretenerme en la carrera y que me olvide de esa pertinaz molestia en la rodilla que hace tres décadas me resultaba mucho más difícil de imaginar que un ipod.

Hace unos días, mientras corría, invadí el carril bici para no tropezar con los viandantes. Al apartarme para dejar paso a un ciclista que tenía delante y que subía una cuesta con dificultad, molesté a uno que venía por mi espalda y que bajaba esa misma cuesta velozmente. Así que al susto de sentir su roce tuve que sumar su insulto. Contuve un exabrupto en la frontera de los dientes y cambié el curso de mis pensamientos. Me dije: ni su insulto ni mi rabia son ideológicos. Esto forma parte de nuestra naturaleza humana. No me ha insultado porque se haya puesto ciego de ver a los del Tea Party en la Fox, ha sido su miedo a atropellarme lo que ha desatado su insulto.

El miedo es un elemento importante en nuestra naturaleza, es necesario para sobrevivir, pero también es peligroso para vivir. Una vez le escuché al entonces rector de la Universidad de Málaga, Antonio Díez de los Ríos, una inteligente ecuación sobre el miedo: «uno empieza temiendo lo que desconoce y termina odiando lo que teme». Los tiempos de crisis se caracterizan por ser tiempos de incertidumbres, el futuro se oscurece, y esa oscuridad desata nuestro miedo. Con el miedo termina apareciendo el odio.

Objetivamente en estos momentos de crisis no es fácil arrojar una luz precisa que disipe las incertidumbres sobre qué va a ocurrirnos colectivamente en el futuro. Sin embargo las élites sociales, sean empresariales, periodísticas, políticas, culturales o científicas, no deberían alimentar más el temor que la esperanza. Resulta paradójico que, en mitad de la Gran Depresión, Frank Capra triunfara con sus películas de valores elevados y optimismo vital; y que ahora, en unas circunstancias bastante más favorables que aquellas, nos alimenten con programas llenos de gente que grita y se insulta constantemente. Quizá tratan de animarnos, pero no sé muy bien a qué. Intento imaginar cómo son las personas que toman la decisión de emitir esos programas, qué piensan de todos nosotros, cuáles son sus intenciones y temo que las raíces de todo ello se hundan simplemente en la banalidad.

Esos líderes sociales son como magos inversos que convierten el oro de la naturaleza humana en plomo, que son capaces de convertir Hamlet en «Aquí hay tomate». Volví a Jazmine Sullivan, ella convierte su rabia en arte, y seguí corriendo hasta olvidarme del ciclista y de mi rodilla.

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