BLOGOSFERA
No dispare a sus representantes
Ni a nadie más, por supuesto.
Siempre me impresionó aquella famosa frase de Thomas de Quincey en su libro Del asesinato entendido como una de las Bellas Artes en la que decía: «si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse». Me impresiona todavía más por su inteligencia que por su ironía, que es insuperable. Hay que ser muy inteligente para ver que cuando alguien deja de darte los buenos días es porque antes ha ocurrido algo peor. Lo que sucede es que uno no sabe que está muerto, y se empeña en seguir dándole los buenos días como si fuera Patrick Swayze en la película Ghost tratando de acariciar las manos de Demi Moore mientras ella modela la arcilla. Al final terminas dándote cuenta de que para esa persona estás muerto, y lo estás porque, en su mente o en su corazón, te ha matado.
Ciertamente es preferible, con mucho, la gente que te deja de dar los buenos días porque te ha matado en su pensamiento, que la que deja de dártelos porque te ha matado en el rellano de tu escalera. Salvo por ese detalle, que no es menor, De Quincey acierta plenamente: cuando la gente te insulta o te humilla, es porque antes te ha hecho algo mucho peor, aunque sea solo en su pensamiento; lo que viene después es sencillamente dejarse ir por la pendiente.
Quienes responsabilizan al Tea Party del atentado contra la Congresista Grabielle Giffords hacen el razonamiento inverso al de Thomas de Quincey. En su opinión los polvos de los insultos darían lugar a los lodos del asesinato. Sin embargo lo más probable es que el trágico atentado de Arizona sea el fruto de la mente de un hombre desequilibrado, de ideas absurdas y contradictorias, y no el producto elaborado de ninguna ideología. Que yo sepa, el Tea Party está, entre otras cosas, en contra del sistema de salud que propone el presidente Obama y a favor del derecho a portar armas, y creo que en los dos casos está en un error; pero no está a favor de matar a los contrincantes políticos, y esa es una diferencia cualitativa.
Hay algo, sin embargo, que resulta inquietante en la marea de crispación y de insultos que algunos actores políticos y mediáticos han desatado en los últimos tiempos, da igual que sea en Estados Unidos o en España. Lo que produce inquietud es que hay un método en su locura. Lo preocupante es que no son insultos que nacen casualmente de una discusión acalorada, sino que los debates se excitan y las discusiones se acaloran artificialmente para que, de manera sistemática, surja el insulto. Y si bien es preferible que te insulten a que te maten, eso no convierte el insulto en una norma de convivencia. De Quincey tenía razón.