BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Meditaciones casquianas


Una vez, cuando estudiaba quinto de Sociología, mi admirado profesor Ángel de Lucas me dijo que todo el tiempo que perdemos luego lo encontramos en alguna parte. Me lo dijo para animarme, después de que me quejara de la pérdida de tiempo que había supuesto estudiar determinadas asignaturas de la carrera. Los mejores profesores, como él, son capaces de mezclar la ternura, la ironía y el conocimiento. Con el tiempo he descubierto que muchas de esas cosas que en un momento de la vida me parecieron una pérdida de tiempo luego me han sido muy útiles.

Lo cierto es que algo parecido a lo que ocurre con el tiempo que perdemos debe pasar con la fama, tarde o temprano la encontramos en alguna parte. Uno nunca puede imaginar como la fama te puede ayudar. Si vas a la cárcel por estafa y apropiación indebida, y eres famoso, no es lo mismo que si eres un perfecto desconocido. Si eres famoso puedes escribir libros contando tu experiencia. Es más, puedes incluso reivindicarte como víctima del mismo sistema que te mimó, y te dio riqueza y poder.

La memoria es frágil, con el tiempo la gente se olvida de que aquel señor robó el dinero de los huérfanos, o aquel otro fue responsable de un grave accidente, y de todo aquello queda la fama. «¡Le he dado la mano!, ¡le he dado la mano!», te dice un amigo o una sobrina adolescente, que no sabe que esa mano firmó documentos falsos o robó de manera inmisericorde, pero que es consciente de que se trata de una mano famosa.

En los tiempos de dificultad, cuando muchas personas desconfían de sí mismas, de su inteligencia y de sus fuerzas, se dan la vuelta buscando una mano que les guíe. El miedo es mal consejero y la mayor tentación es la de cogerse de la mano más visible, es decir, de la más famosa. Algo así le ha pasado a una parte del PP asturiano, el miedo a una nueva derrota les ha llevado a buscar la mano del hombre maduro, del varón fuerte. Las duras manos de Cascos. Se ve que, sin embargo, los órganos dirigentes de su partido guardaban mejor la memoria de las obras de Cascos que el recuerdo de su fama y apostaron por una mujer joven.

Cuando Cascos cultivaba su fama de hombre duro sabía bien lo que estaba haciendo, estaba invirtiendo en fama futura, una fama que lo ha catapultado hasta estrellarlo contra el muro que él mismo construyó: la organización de su partido. Decía Don Quijote que nuestra fama no debería superar el valor de nuestros actos. Desde ese punto de vista Cascos debería estar contento y admitir que se va porque la organización que él mismo forjó, con la filosofía organizativa que él mismo le dio, no lo deja ser candidato a pesar de toda su fama. Es una pena que lo estropee diciendo que se va porque lo han insultado, sin ver que en realidad lo estaban honrando.

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