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Queremos hablar
No fue en vida un catedrático, un dramaturgo, un poeta Por razón de sus ancestros étnicos, la palabra utilizada para referirse a cualquiera de sus circunstancias profesionales y artísticas iba, irremediable y pertinazmente, acompañada del término gitano. Y no es que, a la vista del sentido que dio a su vida, a él le importara, pues en nada puso más énfasis que en defender, con su obra literaria y con su ejemplarizante compromiso, el derecho a la identidad de él mismo y de su pueblo. Tal vez pensando en que llegará el día en que quien, al menos en esta España nuestra, cuando quiera referirse a circunstancias, actividad, méritos o defectos de un individuo no tenga la necesidad de invocar la condición de gitano del mismo, al igual que no lo hace con quien no lo es.
Cuando en estos días se recuerda la importancia que en su momento tuvo Camelamos naquerar, de manera equivocada cuentan algunas crónicas que fue la primera ocasión en que se incorporó el flamenco a una propuesta teatral. Y no es cierto. Cuando en 1976 se estrena la obra, dirigida por Mario Maya, ya había estrenado La Cuadra, dirigida por Salvador Távora, dos obras emblemáticas con relación a la adopción de formas, expresiones y plástica del flamenco para la representación escénica: Quejío y Los palos.
Con Camelamos naquerar, en la que además de Mario bailaba Concha Vargas, tocaba la guitarra un jovencísimo Paco Cortes y cantaba, entre otros, el granadino El Piki (fallecido en accidente de tráfico en 1980, a los treinta y cinco años), pretendió dar un aldabonazo sobre la situación de marginalidad de su pueblo, valiéndose de la escenificación de las consecuencias que para la vida, hacienda y libertad de los gitanos se derivaron de las normas que desde los Reyes Católicos fueron promulgando los diferentes monarcas que impusieron sus reales sobre este nuestro territorio y sus habitantes.
Con su propuesta escénica y con la utilización de algunas de las formas expresivas más genuinamente nuestras prosiguió la intención de conformar un teatro andaluz, para el que ya habían puesto muy originales e interesantes cimientos, en los que se confundía la expresión artística con mensajes que tenían que ver con la necesidad de concienciar políticamente a una sociedad que salía del letargo de la dictadura franquista, Juan Bernabé, con su Teatro Lebrijano (Oratorio fue su icono), y los ya mentados Salvador Távora y La Cuadra, entre otros.
Camelamos naquerar también sirvió de antecedente a otra propuesta artística que buscaba denunciar la desconsideración social históricamente soportada por el pueblo gitano a partir de la expresión flamenca: en 1980, con textos de Félix Grande, Juan Peña El Lebrijano graba, para la historia del flamenco, el disco Persecución.
El año pasado, en el ciclo Flamenco y Poesía, organizado por el Centro Cultural del 27 de la Diputación de Málaga, se pensó en él para introducir el cante de Paco Moyano, paisano comprometido con empeños semejantes en fondo y forma. Su presencia, simbólica y emotiva, se limitó a la proyección de un documental de Camelamos y a la lectura que de uno de sus textos hizo uno de sus hijos.
Pocos días después de cumplir sesenta y tres años, en su tierra granadina, ha muerto José Heredia Maya. Catedrático, dramaturgo y poeta.