BLOGOSFERA
Un jedi en el I.E.S. Serranía
Una de las tareas del diputado en estos días del año es celebrar la Constitución. Esa celebración tiene normalmente dos escenarios: el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio del Congreso de los Diputados y los salones de actos de nuestros institutos de enseñanza secundaria. Sería tan fácil como injusto menospreciar una celebración y alabar a la otra, porque las dos tienen su interés. Los actos del Congreso son más solemnes, aunque después de los discursos se produce el reencuentro informal de personalidades de la política ya retiradas con sus compañeros de antaño y con los diputados en activo; conversaciones distendidas y bromas amables en las que a veces se perciben aún los restos de viejas disputas, ya completamente disueltas, que antaño hicieron vibrar a las bancadas y ocuparon páginas y páginas de periódicos.
El otro escenario, el de los salones de actos de los institutos, es algo menos glamoroso en el decorado, y aunque no deja de tener su cierta tensión, también tiene su mucho encanto. En primer lugar el encanto de los profesores que se empeñan cada año en que sus estudiantes celebren la Constitución. Profesores que, en muchos casos, vivieron la aprobación de la Constitución con la emoción de los pioneros en la frontera de un nuevo mundo, y que ahora miran con orgullo todo lo avanzado.
Invitado por Antonio Pérez, el alcalde, y por María Dolores Fernández, la directora del I.E.S. Serranía, acudí el martes pasado a Alozaina a un acto académico para celebrar el trigésimo segundo aniversario de la Constitución de 1978. Allí estaban chicos y chicas de segundo de bachiller de Alozaina, El Burgo, Casarabonela, Tolox y Yunquera, mi pueblo. Obviamente, son los jóvenes la otra parte del encanto de la celebración de la Constitución, sin duda la parte fundamental del encanto y también de la tensión. El encanto de leer pasiones en sus ojos atentos, y la tensión de mantener su interés frente a tantos otros reclamos. Cuando pienso en las relaciones entre los adultos y los jóvenes suelen venirme a la memoria aquellos versos de Serrat en los que cantaba a la madre de su novia: «recuerde antes de maldecirme/que tuvo usted la carne firme/y un sueño en la piel, señora». A veces olvidamos que cuando los jóvenes nos prestan su atención nos hacen un valioso regalo.
Así que, para no aburrirlos, y recordando cómo era yo con su edad, quise ilustrar una explicación sobre la libertad con el argumento de la Guerra de las Galaxias, y resulta que nadie la había visto. Me bastó un breve intercambio de miradas con los profesores para comprender que como consecuencia de una conferencia sobre la Constitución del 78, el I.E.S. Serranía se llenaría pronto de damas y caballeros jedi, y me alegró; porque viajando con Julio Verne aprendí tanto de ética y de valores cívicos como leyendo sesudos libros de filosofía. Temblad todos los Darth Sidius del mundo, vuestros imperios se las tendrán que ver con los del I.E.S. Serranía.