BLOGOSFERA
Las viejas leyes, los viejos profesores y la vieja Málaga
Voy caminando por el centro histórico de mi ciudad. Dice un buen amigo mío que un viejo profesor suyo insistía en que, en Málaga, había que mantener la mirada alta cuando se pasea por sus calles más antiguas: sólo así es posible enamorarse de sus torreones con aires mudéjares y renacentistas, de sus miradores decimonónicos con aire decadente, de sus callejuelas de trazado árabe y fachadas burguesas.
Sigo con la mirada alta, pero la línea de edificios se corta porque hay un solar, y ahora lo que veo es un trozo de cielo: me veo obligada a bajar la mirada y veo un solar abandonado y con escombros en pleno centro de la ciudad.
No nos podemos permitir que se caigan los edificios históricos. Y no soy nada original. En mi Málaga romana (¡¡ Hace dos mil años!!), en la famosa Lex Flavia Malacitana, que servía como ordenanza principal de la urbe, aparece la rúbrica "NE QUIS AEDIFICIA QUAE RESTITURUS NON ERIT DESTRUAT"; o sea, que "Se prohibe la destrucción de edificios que no se hubieren de reedificar".
Lo dicho, no me invento nada: los propios malagueños de hace dos milenios multaban a quien demolía una casa en el casco urbano y no la reconstruía en un año.
Pero, insisto, lo ideal es que ni siquiera haya solares; lo ideal es que levantemos la mirada y veamos las maravillosas construcciones de una Málaga por la que han pasado tantas culturas. Que no tengamos que lamentar pérdidas como las de las últimas semanas de las calles Mariblanca, Tomás de Cózar o Cobertizo del Conde, y que se unen a muchas más.
Porque no podemos consentir que un edificio histórico tenga que ser derruido. Consentirlo es consentir que parte de nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro porvenir se convierta también en escombro.
Sigamos el ejemplo de nuestros antecesores romanos de la Lex Flavia Malacitana y no permitamos la destrucción de la ciudad del paraíso, porque sólo así podremos seguir el consejo del viejo profesor de mirar hacia arriba y no ver el vacío de la nada.