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La encrucijada de la vivienda en Málaga
No hay mañana que amanezcamos sin una nueva noticia sobre el auge de los precios de la vivienda en nuestra provincia. El pasado lunes, este periódico publicaba un reportaje sobre el aumento en Málaga del mercado de alquiler de lujo dirigido a nuevos residentes con alto poder adquisitivo, en su mayoría de origen extranjero. Inmuebles de más de 5.000 euros al mes por alquiler que no están, ni de lejos, al alcance de la mayoría de los malagueños. Al mismo tiempo, hemos conocido que cada vez son menos las zonas de Málaga y su área metropolitana que ofertan alquileres asequibles para el conjunto de la ciudadanía. La Málaga inalcanzable va ganando terreno de manera inexorable.
Los datos ponen de manifiesto a las claras el drama habitacional que sufre nuestra Málaga. En apenas cinco años, las viviendas han subido un 57% su precio. Una casa de nueva construcción ya ronda los 350.000 euros. El mercado del alquiler también se ha disparado: es imposible encontrar en alquiler un piso con al menos dos habitaciones por menos de 900 euros en cualquier barrio. Con un salario medio en la ciudad de 1.246 euros mensuales, el acceso a la vivienda es inviable.
El modelo urbanístico desarrollado por el PP en los últimos casi 30 años nos ha situado a la cabeza de todos los ránquines de encarecimiento de la vivienda en España. Un modelo de ciudad que impide a muchos malagueños desarrollar un proyecto de vida en el lugar donde han nacido. Como consecuencia, en los últimos años más de 50.000 malagueños se han marchado de la capital por la falta de vivienda, la mayoría con una edad que ronda entre los 25 y los 44 años. Otros tantos lo han hecho del área metropolitana hacia municipios del interior o directamente fuera de nuestra provincia. Detrás de estas cifras hay verdaderos dramas e historias desgarradoras. Historias como las de Marina y Luis, ambos con 38 años, que aunque en un principio llegaron a ahorrar para comprar una vivienda en Málaga, con la subida de precios no han podido hacer frente a entrada del piso y se han tenido que ir a vivir lejos de familiares y amigos. Es la triste realidad de muchos malagueños hoy en día.
En el caso concreto de la capital, como apunta el periodista Jorge Dioni López en su libro ‘El malestar de las ciudades’, Málaga es una de esas urbes donde vivir está dejando de ser la actividad más relevante. Se han priorizado las políticas que miran hacia fuera en lugar de las que miran hacia dentro, hacia los habitantes. Se ha puesto una alfombra roja a la especulación y a los grandes fondos de inversión y se ha mirado para otro lado mientras muchas familias, jóvenes y no tan jóvenes se van de la ciudad o se ven obligados a continuar viviendo en casa de sus padres.
El problema de la vivienda es un problema de modelo. Quien no entiende la vivienda como un bien necesario difícilmente hará políticas para proteger a quienes no tienen acceso al mercado de lujo instaurado en nuestra provincia. Y eso es lo que le pasa al PP. A nivel municipal hace años que abandonó los proyectos de VPO, como sucede con esa Junta del cambio que vendía Moreno Bonilla. Solo el Gobierno de España, sin competencias en esta materia, invierte para hacer viviendas asequibles. Y esto, lamentablemente, no es suficiente. Mientras, De la Torre y los alcaldes del PP se niegan a declarar “zona tensionada” de alquiler nuestra área metropolitana, pese a que esta medida supondría un alivio para las familias y jóvenes.
Nos encontramos ante una encrucijada: no hacer políticas públicas de viviendas para seguir expulsando a los malagueños o entender que la vivienda es un derecho que debemos proteger. No se trata de atacar el mercado del lujo. Debe seguir existiendo. Pero debemos entender, ante el drama habitacional que existe, que no hay nada más prioritario que hacer cuanto esté en nuestras manos para que las familias malagueñas puedan cumplir su sueño de crear un proyecto de vida en la ciudad que les vio nacer. Se trata de pelear por una Málaga con futuro.