BLOGOSFERA
En la encrucijada
Celebramos el Día de Andalucía en un convulso momento histórico. Miramos con dolor a Ucrania, que sufre en sus carnes el ataque militar de Putin, y a la vez, esas bombas atentan contra los principios y valores que sustentan el ordenamiento internacional, la convivencia, la búsqueda permanente de la paz y el diálogo y la diplomacia como instrumento en la resolución de controversias. La invasión de Ucrania es un golpe a nuestro modelo de convivencia internacional. De nuevo una anexión, una retórica nacionalista y patriótica.
Vemos cómo los discursos polarizantes campan a sus anchas en medio de noticias falsas, medias verdades y manipulaciones informativas. Rusia ha basado su estrategia internacional desestabilizadora en la interferencia de procesos electorales con el armamento de la mentira. Y en España el partido de la extrema derecha, VOX, hermanado con los líderes iliberales de Hungría o Polonia, no duda en manifestar sus filias por estos regímenes y su mayor sustento: Putin. Si impactante fue la foto de Colon -de la que sobrevive solo Abascal-, más inquietante fue la de éste con Orban y Morawiecki.
Andalucía no es ajena a esta realidad política. No existen cápsulas territoriales o espaciales. Las arenas electorales se mezclan en un continuo informativo, ingerido por la sociedad en formatos de relato. Resalto lo anterior porque los intentos de diferenciar el hecho electoral andaluz por parte del Partido Popular son en vano.
Andalucía se asoma al abismo de un tiempo político marcado por la extrema derecha, que se presenta con el afán de desmantelar y aniquilar nuestro autogobierno, que nos ha permitido construir nuestro estado del bienestar (amenazado y en retroceso) y el patrimonio político de una identidad andaluza incluyente, armazón de un sistema autonómico por la igualdad entre los territorios. Nada de asimetrías, con bien narran Rafael Escuredo y Juan Cano Bueno en su ‘Valió la pena’, donde repasan la lucha de Andalucía por su autonomía, presentado esta pasada semana en Málaga. Nacimos como autonomía sin nacionalismo etnicista, todo lo contrario que el nacionalismo español excluyente de la extrema derecha.
Hoy más que nunca debemos proclamar los valores andalucistas de la solidaridad y la inclusión, y de la igualdad y la españolidad, somos tan españoles como andaluces. El PSOE mantiene intacto este compromiso y suma ahora el liderazgo político frente a los discursos de odio que emanan de cada intervención pública de la extrema derecha. ¿Qué va a hacer el PP? ¿Qué camino tomará en esta encrucijada democrática? Durante estos años ha blanqueado a los herederos de la dictadura franquista, ha llegado a gobiernos con el apoyo de VOX, y ahora, en Castilla y León, ya no quieren matrimonio pese a vivir romances en otras comunidades, como la nuestra. Nos reclaman al socialismo español responsabilidad. Antes deben romper sus lazos políticos -los de sangre no creo que puedan- con los amigos de Putin en España. Las ideas extremas, situadas al margen de valores universales, deben quedar cercadas. Es un acto democrático.
Nos jugamos nuestro modelo de convivencia en Andalucía y España. ¿No atentan contra la pluralidad aquellos que tienen miradas totalizantes de nuestra sociedad, construyen una identidad unificadora y contraria a la realidad de un país plural, resultado de confluencias históricas? ¿No reman en sentido contrario a la historia con su obcecación contra las leyes de igualdad?
Andalucía debe dar una lección de compromiso democrático, ser el dique de contención. Fuimos la primera comunidad en ver entrar en el Parlamento a diputados extremistas. Debemos ser la primera en construir una alianza social por la defensa de la igualdad y en contra del odio destilado por VOX. No solo por parte de la izquierda, cuya movilización ya es un imperativo moral. Estoy seguro que muchos sectores sociales, por encima de afinidades partidistas, ven con inquietud esta situación. Es una cuestión democrática. Visten de guerra cultural e identitaria lo que es un envite contra la democracia misma. Echemos una vista atrás para encontrar en la historia reciente lo peor de esa manipulación.
Fue el 28F de 1980, mediante el voto, pese a los intentos inmovilistas y centralistas de la derecha miope, cuando Andalucía demostró su capacidad de influir en el devenir de nuestra historia. De ser testigos discriminados a demostrar que un pueblo unido es capaz de pedir por él y no a costa de nadie. Entonces sentamos las bases de nuestra credibilidad como pueblo, hoy tenemos la ocasión de demostrar que, para las y los andaluces, la pluralidad y el respeto y la tolerancia al diferente es crucial para la democracia.
La guerra es la máxima expresión del extremismo, pero éste tiene otras más cercanas y frente a las que no podemos permanecer impasibles.