El Gobierno de Pedro Sánchez ha convocado elecciones por el no del PP, Ciudadanos y los nacionalistas a unas cuentas que eran buenas para España, para Andalucía y para Málaga y sumiendo a nuestro país en la incertidumbre. Para los andaluces, esta admiración de la derecha por la crispación no ha sido nueva, poco antes ya habíamos visto como PP y Ciudadanos y, esta vez, la extrema derecha, se unían para acabar con el impulso a los derechos sociales e instalando la inacción y el frentismo en el gobierno de la Junta.

Sabíamos del gusto del PP por llevar la política hasta la polarización, lo que no esperábamos es que Ciudadanos, el partido de los de la nueva política y la regeneración, iba a encontrar tan pronto la horma de su ideario político en quienes han sido los principales artífices de los recortes en nuestro país. Ni que estuvieran dispuestos a ir de la mano de extremos tan opuestos como los separatistas catalanes en el ámbito nacional o de Vox en nuestra tierra.

Para los socialistas la política no es llevar a la ciudadanía hasta extremos insoportables que ponga en riesgo la convivencia y el diálogo en democracia. No son los discursos de los 'cordones sanitarios' o los vetos porque así la sociedad no madura ni consolida sus principios más fundamentales.

Como tampoco lo es permanecer de brazos cruzados ante el panorama de regresión de derechos y libertades que se avecina en Andalucía y, por extensión, con la repetición del pacto del tripartito de derechas en el conjunto nacional. No es la España que queremos. Ni la España que quieren los españoles.

A esa sociedad es a la que hoy dirijo mi mensaje. A la que huye de la crispación para hablar de los temas reales que le preocupa, como es el paro, la calidad en la sanidad o en la educación pública, o qué pasará con sus mayores y sus pensiones. A esa sociedad es a la que nos debemos como socialistas, y a que no vamos a dejarla de lado.

Pero, para ello, es necesario que en los próximos comicios electorales generales, europeos y municipales, exista una verdadera movilización de la izquierda y que esa aspiración se convierta en un sentir mayoritario en las urnas para cambiar las cosas y poner freno ante quienes ya se han envuelto en la bandera de la intolerancia, los recortes y posiciones que parecían olvidadas con el final del franquismo. Así será, por mucho que PP y Ciudadanos quieran gritar más y más alto, como acabaremos con esa inestabilidad que se ha convertido en el único lema válido para la derecha.