BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Cuando los historiadores nos alcancen


Hace unos meses le regalé a mi hijo una vieja película, Cuando el destino nos alcance. Probablemente yo era todavía más joven que mi hijo lo es ahora cuando vi aquella película. Una historia situada en un futuro horrible y masificado en la que los humanos se alimentaban exclusivamente de unas pastillas de colores verde y amarillo. La película se hizo en 1973 y contaba unos hechos que sucedían en el año 2022. Aquella película era un alegato ecologista, y trataba de advertirnos de que los humanos debíamos cambiar nuestro comportamiento si no queríamos terminar cumpliendo nuestro oscuro destino. Probablemente, si hoy hicieran una película basada en unos hechos acaecidos en el 2022, la historia sería muy distinta; y es que el futuro cambia mucho.

Cuando yo empezaba a trabajar como profesor de Estructura Social de España me quejaba a un amigo, que también empezaba como profesor de Historia Medieval, de que cada año tenía que dedicar mucho tiempo a poner al día los cambiantes datos de la sociedad española. De broma le decía: «Supongo que tú andarás igual que yo, y que los apuntes de un año no te servirán para el siguiente, ¡con lo que debe cambiar de un año para otro la historia del siglo XIV!». Creo que era injusto con mi amigo, la historia cambia bastante, y cambia casi de un año para otro.

Pensamos que la historia, del pasado o del futuro, suele servir para iluminar el presente; pero la verdad es que también el presente suele servir para iluminar, u oscurecer, el pasado y el futuro. En cualquier caso son el presente y los intereses del presente los que suelen imponer su hegemonía sobre el resto del tiempo, sobre el pasado y el futuro. Así que cuando veamos que nos cambian la historia, tenemos que estar muy atentos, porque es seguro que nos están cambiando el presente.

Estos días hemos podido leer que según la biografía de Franco recogida en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, aquel hombre no era un dictador. Al principio pensé que se trataba de un problema de perspectiva. Quizá encargarle la biografía de Franco a un medievalista no había sido tan buena idea como inicialmente pudiera parecer. Así que le planteé mi hipótesis a un amigo historiador: «¿No será que al compararlo inconscientemente con Torquemada, por ejemplo, el autor de la biografía de Franco ha suavizado el perfil del dictador?», pero mi amigo me dijo: «No hombre, comparado con Franco, Torquemada era un buen tipo».

Descartada la hipótesis de una contaminación venida del pasado, es decir, de la especialidad académica del biógrafo de Franco, sólo cabe buscar el foco de la contaminación en el presente. Uno se pregunta ¿qué intereses tienen en el presente, y para el presente, quienes se atreven, sin el menor rubor, a considerar un dictador a Negrín, el presidente del gobierno de la República, y por contra a Franco un liberal un poco autoritario?

Allá por 1998 Enrique Benítez Palma nos contaba a mi hijo, que entonces tenía siete años, y a mí, que su sobrina no se creía que cuando él era pequeño los niños y las niñas iban a colegios separados. Entonces mi hijo levantó la cabeza de su cuaderno de dibujo y le dijo: «Es que tu sobrina no sabe que entonces mandaba en España … » y girándose hacia mí me preguntó: «Papá ¿cómo se llamaba el hijo de… que entonces mandaba en España?». Mi hijo nunca había dicho un taco, así que me quedé tan orgulloso como perplejo, y acompañé a Enrique en la carcajada.

No son ni Dios, ni la Justicia, ni la Historia quienes nos hacen el juicio final; sino que son los curas, los jueces y los historiadores, los que perpetuamente nos están juzgando. Son ellos los que condenan nuestra memoria o la absuelven, según la batallas del momento. Después de todo, lo peor no es lo que algunos digan ahora de Franco, sino lo que quieren hacer con la educación de nuestros hijos.

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