BLOGOSFERA
La democracia es también para el invierno
El lunes pasado, las voces todavía maltrechas de algunos de mis compañeros de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE delataban el esfuerzo de la campaña. La mía también. Sé bien en qué momento y en qué lugar se me rompió la voz, fue la tarde del 19 de mayo, en una plaza del Rincón de la Victoria (Málaga). Empecé el mitin en un tono muy alto y no hubo manera de bajar, así que durante un cuarto de hora largo defendí al presidente Zapatero y al gobierno socialista a grito pelado. Ahora, tras una severa derrota, no voy a decir lo contrario de lo que sostuve con tanta pasión por las plazas de nuestros pueblos. No iré contra mis propios actos. Es verdad que el millón y medio de electores que nos dieron su confianza hace cuatro años, y que ahora nos la han retirado, merecen que exploremos y atendamos sus razones para no votarnos; pero también es verdad que los votos de los seis millones que han permanecido fieles a nosotros, que han escuchado nuestras palabras y creído nuestras explicaciones, merecen como mínimo igual respeto. No es fácil conciliar esa contradicción, pero conciliar contradicciones es el trabajo de la política; y del éxito en ese trabajo depende el futuro del socialismo español.
Después de una derrota, resulta más que obligado decirle a los ciudadanos que hemos entendido el mensaje y que lo vamos a atender. Sin embargo, no es fácil entender el mensaje. Porque lo que tenemos la noche electoral no es un mensaje, sino la suma de muchos mensajes, gran parte de ellos contradictorios. Así que, por ejemplo, no es fácil deducir del resultado de las elecciones si el PSOE ha de girar a la izquierda o al centro, por la sencilla razón de que la mitad de los electores que se nos han ido son de izquierdas, pero la otra mitad se divide a partes iguales entre personas que se califican de centro y personas que no saben decir cuál es su ideología cuando se les pregunta.
Estos últimos, los que no saben cuál es su ideología, nos pueden dar una pista sobre qué nos ha pasado electoralmente a los socialistas. Si observamos la evolución de los apoyos al PSOE a lo largo de la actual legislatura veremos que quienes primero le retiraron su confianza fueron precisamente las personas «sin ideología» y las de centro. Su retirada coincide temporalmente con el ataque a la competencia del gobierno a la hora de identificar la crisis, primero, y de afrontarla, después. La retirada de apoyos al PSOE por parte de sus antiguos electores de izquierda comienza después del verano de 2009, y coincide con la subida del IVA, una subida que se produce justo después de que un importante dirigente socialista anunciara que pagarían la crisis los responsables de la crisis. Sumando así al descontento por la subida, el descontento por la incoherencia entre el discurso y los hechos. Esa retirada de apoyos se acentúa a partir de mayo de 2010, cuando las medidas de consolidación fiscal que se ve obligado a llevar a cabo el gobierno socialista abren el flanco de la crítica desde la izquierda.
¿Eran ambos ataques insuperables? En el panel de previsiones para la economía española de febrero y marzo de 2008, que realiza FUNCAS y que recoge el consenso de las previsiones de los analistas privados españoles, se preveía un crecimiento del PIB para 2008 del 2,5 y del 2,1 para el 2009. Eso era lo que predecían los economistas más reputados de nuestro país en el mismo momento en que se celebraba la campaña electoral. Finalmente el PIB creció en 2008 un 0,9 y en 2009 cayó hasta un -3,7. Por cierto, nadie les ha acusado de engañar a los ciudadanos, ni se ha cebado con su incompetencia.
En cuanto a la gestión de la crisis, conviene recordar que una crisis consiste en la suspensión de la normalidad, es decir, que resulta muy complicado tener un plan contra la crisis si no se conoce el plan de la crisis. Y las crisis no suelen contar sus planes a los seres humanos, incluso aunque sean los economistas del FMI. Quizá por eso el FMI defendiera en abril de 2010 que los gobiernos no debían retirar sus estímulos fiscales, para sólo un mes más tarde, con la crisis de la deuda soberana, exigir las medidas de recorte y consolidación fiscal, que llevó a cabo el gobierno al plantear las reformas del mes de mayo.
Así que más que girar a la derecha para ganarnos la voluntad de las personas que se clasifican de centro o sin ideología; deberíamos convencerlas de que el gobierno ha actuado de manera competente. Es verdad que siempre se puede ser más competente, pero después de todo, y diciendo la verdad, uno puede dejarse la garganta en las plazas de España gritando que si la economía de España no ha sido intervenida, a diferencia de las de Grecia, Irlanda y Portugal, es porque quizá el presidente Zapatero y su gobierno han sido más competentes que otros.
Lo mismo ocurre con respecto a las políticas de izquierda. Sin duda se pueden hacer políticas más a la izquierda, pero es bastante improbable que las haga el PP. Y, sin embargo, ha habido un número suficiente de electores de izquierdas que en lugar de votar a IU, por ejemplo, se han quedado en sus casas y permitido que gobierne el PP. Con sus políticas el gobierno de Zapatero nos ha dejado suficiente margen para desgañitarnos en las plazas de nuestros pueblos y ciudades, explicando que si bien no hemos castigado a los culpables de la crisis, estamos protegiendo a las víctimas. Hemos tenido margen para explicar que la solidaridad es una forma básica de justicia, y que el PSOE la garantiza como nunca lo hará la derecha. También en este tema han sido más las personas de izquierda que nos han creído que las que nos han abandonado. Pero no nos han creído las suficientes.
Como pauta general, electoralmente nos suele ir mejor en los pueblos que en las ciudades, mejor allí donde las relaciones entre el partido y los electores son inmediatas, que allí donde están mediadas por los medios de comunicación. En relación con los medios, la izquierda se encuentra más o menos como los rebeldes libios frente a la aviación de Gadafi. La derecha tiene una supremacía abrumadora en los medios de comunicación. Es verdad que no es frecuente que las personas ricas estén dispuestas a invertir en medios cuyas líneas editoriales sean favorables a la izquierda, y también es cierto que, en ocasiones, desde los medios que siguen habitualmente la mayoría de los socialistas hay profesionales más interesados en apoyar a sus aliados dentro del partido que en informar a sus lectores con rigor y objetividad. Es verdad que esto también pasa en la derecha. Los poderes no democráticos de nuestras sociedades están consiguiendo que los ciudadanos se concentren exclusivamente en el control y en el debilitamiento de sus representantes, mientras esos poderes no democráticos campan poderosos e incontrolados por los lugares más sensibles de la vida social, incluidos los medios de comunicación.
Hay quienes cifran sus esperanzas, a la hora de unas elecciones, en la calidad de los candidatos, el acierto de los lemas y la movilización de los militantes. Todo eso está bien. Pero hay tertulianos, de esos que hablan de sus perversiones pedófilas, que tienen más tiempo y más audiencia para vender su basura política en un mes, que el candidato de un partido mayoritario en cuatro años. La izquierda se halla también en esto en una situación de desventaja y no ha sido capaz de resolver esta tara de nuestras democracias.
Dicho esto, sabiendo todo el mundo que las elecciones municipales movilizan mucho menos voto que las generales, baste recordar que la abstención en las municipales de 2007 fue del 36% y en las generales de 2008 fue del 26%, los populares se empeñaron en convencer a sus electores de que el 22 de mayo se trataba de unas generales, y los socialistas nos empeñamos en convencer a los nuestros de que se trataba del gobierno de su calle. Se ve que ambos tuvimos éxito en nuestra estrategia, y los electores del PP se movilizaron como si fueran generales, y los del PSOE se desmovilizaron como si fueran locales. Ciertamente la publicación de la EPA con casi cinco millones de parados no ayudó mucho a centrar la atención en los temas locales.
Hasta aquí he querido aproximarme de manera sumaria a un diagnóstico de lo que nos ha ocurrido a los socialistas en estas elecciones. Lo que está ocurriendo después no es mejor. Entiendo que hay cosas que, a veces, nos obligan a descomponer la figura. Y uno puede esperar la comprensión y hasta la disculpa en esos casos. Es lo que nos ha pasado con la crisis económica. Pero en todo caso, giremos hacia donde giremos, es muy importante resultar reconocibles para las personas que nos apoyan, y para las que razonablemente esperamos que nos apoyen en un futuro.
Durante estos años hemos blasonado de que somos los más democráticos, de que no usamos el dedazo. Hemos presumido ante todos de que a nuestros candidatos los eligen los afiliados en una elección directa. Nos hemos dado democráticamente esas normas, y no por primarias, sino en un congreso; no por los militantes de base en una asamblea, sino por los compañeros y compañeras más experimentados, que son los que suelen ir a los congresos. Yo me sentiría fracasado como dirigente de mi partido, si tuviera que decirle a mis compañeros que lo he llevado a tal situación de debilidad, que para preservar su unidad es mejor que renuncien a una elección verdadera, y por tanto reñida, del candidato. Me sentiría fracasado si tuviera que decirles que lo he llevado a un estado de excepción en el que es necesario suspender los procedimientos que dan la decisión a las bases, para poner en marcha los procedimientos que dan la decisión a las elites. Y, desde luego no se me ocurriría, después de haber llevado al partido a esa situación, pedir que me dieran todo el poder a mí. Yo no creo que esta sea la situación del PSOE; pero en todo caso, no imagino una situación tan grave en la que el miedo haga a un socialista entregar su decisión a otros. Siempre que aparece un hombre providencial que nos exige que le entreguemos todo el poder para salvarnos, debemos negarnos, sea cual sea la amenaza. Este es el precio que se paga por ser libre.