BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Té amargo


Este domingo fui a ver con mi mujer y mi hijo la película Caza a la espía (Fair Game). En la película se recrea una historia real ocurrida durante los prolegómenos de la Guerra de Irak. Un antiguo embajador de Estados Unidos, Joe Wilson (Sean Penn, en la película), publicó un artículo en el New York Times acusando a la administración Bush de haber tergiversado pruebas para demostrar que en Irak había armas de destrucción masiva. Como venganza, la administración Bush filtró a la prensa que la mujer de Wilson, Valery Plame (Naomi Watts) era una espía de la CIA.

Resulta curioso cómo guardamos las cosas en la memoria. En mis recuerdos tenía la impresión de que parte de los hechos que relata la película ocurrieron unos meses antes de la invasión de Irak en lugar de unos meses después. Entonces yo trabajaba en el gabinete del secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y estábamos tan en contra de aquella guerra que hasta soñábamos con encontrar un modo de impedirla. Cualquier dato que alimentara la menor duda de que Irak tuviera armas de destrucción masiva era, a nuestros ojos, un gran impedimento contra la guerra: «no se mata por si acaso». La película expone alguno de esos datos de los que disponía el gobierno norteamericano antes de la invasión, aunque se dieron a conocer después, quizá por eso mi memoria situaba la publicación del artículo y del nombre de la agente de la CIA unos meses antes de la guerra.

Coincide la película con la publicación de las memorias de George W. Bush. Ésas no las he leído, pero por las reseñas que he podido ver, también a Bush le falla la memoria. En su caso no porque cambie los recuerdos de fecha, sino de persona. Es decir, Bush cuenta lo que le pasó a otras personas como si le hubiera pasado a él. Quizá porque no se trate de un fallo de memoria, sino de una mentira deliberada como las que usaron para invadir un país y matar a decenas de miles de personas.

Los personajes que describe la película se parecen mucho a los «solucionadores de problemas» que aparecían en Los Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam allá por 1971. Gentes que hablan de probabilidades estadísticas, que argumentan con rebuscados silogismos, y que por encima de todo se presentan como personas realistas y responsables. Se ven a sí mismos como tipos pragmáticos, dicen conocer bien el alma humana y creen saber a ciencia cierta que las personas se dejan vencer fácilmente por el miedo y la codicia.

Los resultados de todo aquello todavía sangran y humean en Irak y en otras partes del planeta. No ha pasado una década y aquellos hombres y mujeres de la derecha norteamericana ya han vuelto a mostrar su poder en las elecciones del dos de noviembre. Financiados por gente tan rica como cerril, con el apoyo de un poderoso sistema mediático y sin las trabas que impone la verdad y la decencia, preparan dos tazas de un té muy amargo para el mundo. A veces, para no tragar, lo mejor es abrir la boca.

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