BLOGOSFERA
Voy escuchando a Málaga
Me reúno con personas de Málaga. Y pongo fino el oído. Lo hago en cada ocasión que puedo, en el trabajo, en las agrupaciones de mi partido, en actos sociales, festivos, de convivencia. A veces simplemente por la calle cuando te saludan. O cuando provoco una conversación en el bar del desayuno simplemente con un qué tal te va, cómo van las cosas.
Y descubro que estamos ávidos de ser escuchados, y que muchos están esperando un poco o un mucho de ayuda. A veces solo que no se le pongan trabas cuando pretenden iniciar un proyecto. Otras simplemente que le oigan. Otras, te trasladan verdaderos dramas personales, porque la vida no siempre trata bien
La gente tiene problemas y necesidades de todo tipo. De trabajo, por ausencia de trabajo, por los hijos, por la vivienda.
Y la ciudad se convierte en el entorno sobre el que proyectan sus necesidades: un lugar donde aparcar, una línea de autobús que no llega a donde necesitan, un espacio de carga y descarga para el transportista, un espacio para actividades culturales, la poda de rama de árboles que tapan señales de tráfico Algunos te lo cuentan con desesperanza, otros con angustia, otros con lágrimas en los ojos
Me conectan permanentemente con la realidad cotidiana, me ponen de frente a la vida misma, sin aliños ni pijadas.
A veces los políticos nos enredamos hablando de grandes proyectos, de megasoluciones a no sé cuántas cosas, que tienen su relevancia, sí, pero que nos hacen ver el bosque pero que nos impiden distinguir entre los árboles.
Buena gente con inmenso sentido común para lo que reclaman, y a veces con infinita paciencia. Buena gente generosa que da su tiempo para ayudar por su asociación de vecinos, héroes anónimos que acogen niños en desamparo, abuelas que cuidan de sus nietos todas las horas del día, enfermas de cáncer que venden pelonas para su causa solidaria, jóvenes que provocan iniciativas culturales en el centro de Málaga, defensores del baile de maragatas
Me los encuentro en persona, y agradezco su confianza para depositarme sus palabras, sus anhelos, sus deseos. Y me los voy encontrando también virtualmente, dando ideas frescas y haciendo preguntas aparentemente de perogrullo pero de difícil respuesta, compartiendo generosamente información y regalando buenas palabras.
Casi nada de esto que oigo o leo me lo encuentro en las portadas o en los contenidos de los medios tradicionales de información, salvo excepciones. Pero es tan real, perdón, es más real, que lo que leo en los periódicos muchas veces.
Cuando pasas prácticamente todo el día intercambiando palabras con los demás, especialmente en la jornada de tarde y casi noche, conciliar el sueño a pesar del cansancio me resulta difícil. Resucitan las caras de las señoras, el apretón cariñoso de un compañero, la petición ahogada y sorda de quién te pide ayuda, la preocupación de aquélla gestión que no te dio tiempo a culminar... Pero debo decir que ahora más que nunca me siento viva y ahora más que nunca encuentro sentido al desafío de lo público y de lo local.
Mis cuestiones personales se hacen pequeñas si es que me acuerdo de alguna de ellas. Pasan a ser minucias. Y tardo en dormir, pero luego, duermo y sueño que todas esas preguntas tienen respuestas. Me gusta la frase de Einstein que dice que no hay energía más potente que la voluntad. Y yo le pongo a lo que hago, toda.