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Taró en el hotel del Puerto
Recuerdo la mañana del día de Reyes como una mañana de un nerviosismo atroz. De ansiedad desbordante. Y no solo recuerdo las que yo viví de pequeño, también las de mi hijo y las de los hijos de mis amigos. Despertares de agitación en las que faltaban manos para romper los papeles que envolvían tus regalos y comprobar si por fin te habían traídos el Exín Castillos que llevabas años pidiendo. Mañanas a las que seguían mediodías en los que no perdías la menor ocasión de enseñarles a tus amigos el castillo que acababas de construir.
Por eso, resulta extraño que hayan pasado más de cinco meses desde que los promotores de la construcción del hotel en el puerto de Málaga despidieran al anterior arquitecto malagueño ¿al que ya no consideraban adecuado para sus intereses?, contrataran a un arquitecto británico y pidieran cuatro meses más de plazo para entregar un proyecto completo del edificio ¿y no unos “dibujos” como calificó el presidente de la Autoridad Portuaria al proyecto básico de José Seguí? y aún no sepamos qué pretenden hacer. Por eso resulta extraño que hayan pasado más de dos meses y medio desde que el afamado arquitecto nos presentara las infografías de unos pinos que ocultaban su nueva propuesta entre la taró malagueña y no hayamos vuelto a tener noticias de qué ha proyectado. Resulta extraño que la Autoridad Portuaria declarara que ha tardado casi tres semanas en empezar a estudiarlo, cuando dispone de un mes para pronunciarse sobre su corrección. Ningún niño hubiera aguantado tanto. Y por eso, también resulta extraño que, pasado un mes desde le entregaran el proyecto completo y definitivo, y no la ridícula (por tamaño) maqueta que nos mostraron en febrero, sigan ocultándonos el edificio que pretenden levantar en medio de la bahía.
Hace ya casi diez años comenzó el proceso administrativo para la adjudicación de esos terrenos y la construcción del hotel y, desde entonces, los malagueños hemos podido disfrutar de un proceso de participación pública en el que, con independencia del caso que nos hayan prestado las diferentes administraciones, hemos conocido qué nos querían hacer en tan emblemático lugar y hemos podido presentar nuestras alegaciones. La propuesta del arquitecto malagueño dio lugar a una modificación del Plan Especial del Puerto tan a su medida que el documento incluso incorporaba las secciones del proyecto básico para el que se redactaba la modificación. Y a partir de aquí, todos debatimos sobre la oportunidad de hipotecar esos suelos para un uso hotelero, pero también sobre la pretendida imagen icónica que nos presentaban como un pasaporte seguro para figurar en los mapas de arquitectura de mundo y que, sin duda, cambiaría la imagen de nuestra ciudad.
Pues todo eso ha cambiado y por eso resulta extraño. La imagen icónica que Málaga parece que necesita ya no es objeto de debate ni el argumento para la defensa del proyecto. En estos diez años todos hemos aprendido y, sobre todo, los promotores de la iniciativa que, cansados de que les critiquen la propuesta, parece que consideran que la mejor manera de evitarlo es no mostrársela a nadie. Darla por hecha y reducirla al mero trámite administrativo de la comprobación de la corrección del proyecto técnico. Como si la idoneidad de la actuación se circunscribieses a que los planos de la estructura estén bien, cosa que por el interés de todos se da por hecha.
La propuesta de construcción de un hotel en el dique de levante ha requerido de un concurso para la concesión administrativa en que las dos empresas que participaron debieron presentar sendos proyectos, una modificación del Plan Especial, sus correspondientes estudios medioambientales y de impacto visual, y los oportunos periodos de exposición pública. Todo, para que ahora quedemos a la espera de que una mera resolución administrativa se pronuncie sobre la corrección técnica y económica del proyecto. Al margen de las dudas que diferentes juristas han planteado sobre la validez del proceso administrativo después de conocer los cambios que nos han apuntado sobre el proyecto, como arquitecto me pregunto por la respuesta que recibiría de cualquier cliente si le ocultara su proyecto y le dijera que lo único que tiene que saber es que el ayuntamiento le ha dado licencia porque es correcto. En el caso del hotel del puerto, el cliente es toda la ciudad y la respuesta que nos están dando es esa.