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El medio rural no puede esperar más
España arrastra desde el siglo pasado el desafío demográfico de la despoblación de su medio rural. Un desafío que hoy se convierte en uno de los grandes retos como país y en una cuestión de Estado que requiere el compromiso de todas las administraciones y medidas que recorran de extremo a extremo los campos de la economía, la demografía, la cultura, la tecnología y el bienestar.
Nuestros pueblos sufren desde hace décadas un doble problema demográfico: el envejecimiento y la emigración, sobre todo de los jóvenes, que no encuentran ninguna oportunidad en su espacio natal. Podemos afirmar que estas situación se agrava entre las mujeres rurales.
Durante años, la España que pierde habitantes ha entrado en una espiral que recorta las oportunidades que puede ofrecer a sus habitantes. Cuanta más población pierden, menos atractivos resultan a nuevos habitantes, ven cómo se cierran servicios básicos de salud y bienestar y se quedan aislados.
Las administraciones deben responder al “grito silencioso de esta España vacía”, como bien lo denominó el portavoz socialista en el Senado Ander Gil. “Pasemos de la retórica al desarrollo de la ley y a la puesta en marcha de medidas concretas y eficaces”, en sus palabras.
La vida de nuestros pueblos requiere de una estrategia coordinada de la administración pública con el apoyo imprescindible de la iniciativa privada. Pero lo que hemos aprendido durante estos últimos años es que sin inversión y recursos públicos nunca se podrá allanar el camino de la inversión privada. No solo nos referimos a grandes empresas. Tan vital resulta la llegada de una industria o el desarrollo de un sector como la apertura de un bar o una farmacia por parte de autónomos o pequeñas empresas.
El PSOE defiende la igualdad como pilar fundamental para la cohesión social de una sociedad diversa y heterogénea. Si queremos un país donde la igualdad triunfe, resolver la despoblación es un imperativo. La brecha entre el mundo rural y el mundo urbano, hoy por hoy, impide hablar de una igualdad de derechos entre quienes viven en uno u otro.
El desarrollo de la Agenda Urbana Española, impulsada por el Gobierno, en las zonas más afectadas por la despoblación es clave. Pero necesitamos un cambio de paradigma en la relación entre espacios urbanos y rurales: un nuevo marco cooperativo y no competitivo o excluyente entre lo urbano y lo rural. Sin el medio rural, sin nuestros pueblos, no hay futuro tampoco para las zonas urbanas.
El reto demográfico es una prioridad para el Gobierno y para el PSOE. Prueba de ello es la línea de trabajo iniciada mediante empresas públicas como Renfe, que ha diseñado un plan para deslocalizar sus centros de competencia digital a favor de zonas despobladas, creando así 400 puestos de trabajo en el conjunto de zonas seleccionadas. Esta línea estratégica marcada por el Ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana a través del Plan de Deslocalización pretende trasladar parte de la actividad de sus empresas públicas a zonas con baja demografía, así a Renfe le seguirán otras empresas públicas como Adif.
Otra empresa pública, Correos, ha lanzado una plataforma para fomentar el comercio de productos de artesanía, hogar, belleza, moda, bebida o alimentación, muchos de ellos fabricados en zonas rurales.
En este reto, todo suma, y la inacción resta al medio rural. Por eso medidas tan básicas como la lucha contra la exclusión financiera en pueblos con problemas de despoblación o pocos habitantes se vuelven esenciales. Y cómo no, el papel de las entidades locales como las diputaciones es fundamental para aliviar estos déficits. En este sentido, el Senado ha impulsado una iniciativa para promover la colaboración entre las entidades financieras y las administraciones públicas, con el fin de que ningún municipio se quede excluido de servicios tan básicos como los bancarios, así como el apoyo o formación en banca electrónica para que ni la edad ni la preparación pueda ser un motivo de exclusión financiera.
La pandemia que sufrimos parece que ha reavivado el interés por lo rural, debido a sus espacios abiertos, lejos de la densidad de las zonas urbanas. Quizá sea una oportunidad. Pero las zonas despobladas necesitan la llegada de nuevos habitantes, pero antes que nada deben ofrecer un futuro a los que ya residen allí. No se trata de enfocar el mundo rural como un espacio de escapada del mundo urbano. Es convertir el modo de vida rural y las posibles nuevas oportunidades en un atractivo para su población, sobre todo jóvenes. La movilidad a otras zonas sería una opción, pero no una imposición.
Si dejamos morir nuestros pueblos, morirá una gran parte de nuestra historia. Y sería un acto de desidia política y de injusticia social.