BLOGOSFERA
Entre el cielo y la tierra
Llamémosle La Pelusa, pero también podría ser Las Cuevas, La Mosca o cualquiera de nuestros barrios malagueños que han sido olvidados. La vida de sus habitantes es un día a día de suciedad en el suelo, baches, aceras estrechas por donde no pasan un carro de bebé, de la compra o la silla de ruedas de la abuela, accesos difíciles a sus casas, una maraña de cables en las calles. Si miran al suelo es feo, si miran al cielo, no lo ven. Y entre tanto, la vida de la gente. Esa Málaga existe y ya les digo que lo saben quienes la sufren. Mientras unos viven en la Málaga del paraíso del poeta, otros tienen que soportar el Infierno de Dante.
La ciudad, en su conjunto, el colectivo humano, tenemos una deuda histórica con esos barrios, porque la desidia de quienes han gobernado durante casi dos décadas viene acompañada por una insensibilidad especial. Porque esos barrios vienen reclamando insistentemente sus derechos urbanos: a la accesibilidad, a la salud en sus calles, a la belleza de su entorno.
Hace 9 meses junto con los vecinos y vecinas de La Pelusa, la portavoz del PSOE en la ciudad de Málaga, María Gámez, volvió a los gobernantes del Partido Popular que cumplieran los acuerdos aprobados en el Pleno del ayuntamiento de Málaga en 2010 sobre las mejoras en el barrio.
Aquí en La Pelusa el asunto es sencillo: los vecinos han perdido el derecho a ser escuchados. No por nuestra parte como grupo socialista. Porque cuanto menos escuchan en la Casona del Parque, más cerca estamos de los vecinos en su reclamación de eliminar el cableado aéreo en tres de sus calles.
Esta columna es una llamada al sentido común, si lo prefieren, o a la justicia social, en mi opinión. La ciudad necesita acabar con estos grandes déficits históricos, para que no haya perdedores de un modelo urbano que privilegia el centro frente a los barrios por ser el primero el atractivo turístico. En el caso que nos ocupa, la reclamación del cableado es una oportunidad. Los vecinos nos dicen que si el Ayuntamiento va a levantar la acera para soterrar el cableado, que eliminen las barreras arquitectónicas que los mantienen encerrados en sus viviendas. Entierren, señores gobernantes, su desidia y de paso, los cables de La Pelusa.