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Mejores políticos que pescaderos
Esta semana hemos tenido una interesante polémica a raíz de las declaraciones de un académico de la lengua y fundador de Ciudadanos, el señor Azúa, que afirmó que la alcaldesa de Barcelona, la señora Colau, debería trabajar en una pescadería. He de confesar que desconozco los conocimientos técnicos que tiene la señora Colau sobre las distintas clases de pescado, la forma de limpiarlo y cortarlo. Tampoco sé si el señor Azúa los tiene. En todo caso, si no los tienen, no sería muy prudente ponerlos a trabajar en una pescadería a ninguno de los dos. Porque al fin y al cabo, aunque le sorprenda al señor Azúa, los conocimientos y habilidades de los pescaderos no son algo que traigamos de serie los seres humanos, son conocimientos y técnicas que hemos de aprender.
Sin embargo, y esto sorprenderá al señor Azúa, aunque ni él ni la señora Colau tengan formación como pescaderos, y ni siquiera un doctorado en economía o una licenciatura en derecho, ambos están perfectamente cualificados para desempeñar cualquier puesto político electivo. Eso sí, siempre que los ciudadanos los elijan, que no es un trámite fácil. Para ser alcalde o presidente de Gobierno no se necesita ningún título académico, pero sí para ser abogado del Estado, o ujier. Y esto les choca a muchas personas.
De hecho, hace algo así como dos mil cuatrocientos cincuenta años, década más o menos, Sócrates se hacía una pregunta que estoy seguro que el señor Azúa, y no sólo él, encontrará muy razonable. Sócrates decía, ¿cómo es posible que si alguien que no sabe nada de construcción de barcos o de casas y se pone a hablar de esos asuntos en la asamblea lo saquen a gorrazos y, sin embargo, cualquiera, con independencia de su estirpe, riqueza o conocimientos, pueda hablar de los asuntos políticos de la ciudad y la gente lo escuche con atención? Sin duda el planteamiento de Sócrates era más sofisticado que el del señor Azúa, pero igual de poco democrático.
Protágoras, que andaba por allí, le contestó a Sócrates con un mito: la Humanidad estaba a punto de desaparecer, porque los hombres se peleaban entre ellos y no eran capaces de vivir juntos en ciudades, que es como mejor se pueden defender de los peligros. De modo que Zeus encargó a Hermes que nos diera a los humanos el conocimiento de la política para que pudiéramos vivir juntos. «A todos, dijo Zeus, y que todos sean partícipes. Pues no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran». Protágoras era un demócrata.
Hace unas semanas el alcalde de Cádiz, que es de Podemos, se vanagloriaba durante un pleno, ante un concejal que no tiene estudios universitarios, de que él sí tiene una carrera. Seguro que, sin embargo, ahora estará indignado con el señor Azúa por lo que dijo de la señora Colau. Pero en el fondo, berenjenas y naranjas, están más con la inquietud de Sócrates que con la respuesta de Protágoras. Sin embargo es la idea de Protágoras de que todos los seres humanos nacemos igualmente dotados de un sentido moral y de la justicia la que está en la base de la democracia.