BLOGOSFERA
Liderazgo y visión
El tablero de votación de los diputados tiene cuatro botones. Uno es para señalar la presencia del diputado, y los otros para el sí, el no y la abstención. Si un diputado, estando en su escaño, no pulsa el botón de presente, no participa en la votación. Abstenerse de votar es muy distinto de votar abstención.
El pasado jueves, celebramos dos plenos en el Congreso, uno de carácter ordinario y otro de carácter extraordinario; este último para aprobar una ley que pone fin a la justicia universal en nuestro país, y permite así que los criminales contra la Humanidad vivan más tranquilos, sobre todo si son ricos. Lo normal hubiera sido mostrar nuestro desacuerdo votando no a dicha ley, pero los dirigentes de todos los grupos de la oposición acordaron que no participaríamos en la votación. Textualmente se nos dijo: permaneced en el escaño y no pulsad el botón de presente. En lugar de votar no, decidimos no votar. ¿Por qué hicimos esto? Pues por la sencilla razón de que participar en una votación, incluso pulsando abstención, es siempre una forma de legitimarla y, a nuestro juicio, la convocatoria de ese pleno era fraudulenta, al no haberse hecho de acuerdo con los requisitos reglamentarios.
El mismo jueves, Alfredo Pérez Rubalcaba, el secretario general del PSOE, hizo una declaración que ha sorprendido a algunos, pero que a mi juicio es impecable y plena de buen sentido. El líder socialista sostuvo que, en relación con el proceso soberanista que impulsan los independentistas catalanes, el PSOE no apoyaría ninguna iniciativa parlamentaria si los términos de esa iniciativa no se habían consensuado anteriormente. Nadie tiene derecho a obligarnos a todos a votar sobre lo que él quiera, no sin antes cumplir ciertos requisitos democráticos sobre la forma y la sustancia de la votación. Y este criterio vale para el Congreso de los Diputados y para el Parlamento de Cataluña, para las propuestas de CiU y para las de UPyD.
Hace muy bien Rubalcaba en no permitir que cada quince días nos veamos sometidos a una Jura de Santa Gadea por alguna aprendiza de Cid Campeador o de Guifré el Pilós. Juras cada vez más sectarias, porque al PP le ha salido competencia en españolismo verdadero con UPyD y Vox, y a CiU en catalanismo verdadero con ERC, y cada uno quiere que votemos su particular idea de España o de Cataluña, no una idea que podamos compartir todos, o los más posibles, sino la suya. Y las juras de los unos alientan las juras de los otros en una espiral que siempre acabará mal.
Hace precisamente un año, el 26 de febrero de 2013, Carme Chacón hizo, en soledad, lo que todos los socialistas haremos a partir de ahora. Ella se negó a aceptar los términos de una inadmisible votación que había propuesto CiU, y no participó en aquella votación, permaneciendo en su escaño, pero sin pulsar el botón de presente. Aquella votación nos dividió a los socialistas, menos a Carmen, que supo ver con claridad y no entró al engaño. Dicen que liderar consiste en ver antes y más lejos que los demás.