BLOGOSFERA

María Gámez Gámez

Huelga de limpieza


Sería muy tentador reflexionar y escribir sólo sobre si la ciudad de Málaga puede soportar una huelga, o sobre si los trabajadores tienen razón en sus reivindicaciones o, al contrario, si lo que les exige la empresa es legítimo. Pero creo que nos equivocaríamos. Evitar por supuesto la huelga es sólo (nada más y nada menos), lo urgente. Yo diría más, es imprescindible. Ninguna de las partes en el conflicto lo desea. Pero aparte de lo urgente, hay que pensar también en lo importante.

Cerrar una huelga en falso, con nuevos flecos que son el preludio de un nuevo conflicto laboral, sería también una mala solución. Recordemos que esta ciudad, durante todos los años de gobierno del partido popular, ha sido sometida por siete veces a la mala noticia de anuncios de huelga, ha soportado ya una que llegó a materializarse (2002) y estamos a las puertas de otra que ojalá no tenga lugar. Convenios firmados a la desesperada y bajo el voto de calidad del alcalde.

Responsable en solitario de que se aceptaran tales condiciones laborales, aspectos postergados a ulteriores negociaciones –como en el último conflicto a las puertas de la semana santa– han demostrado que un acuerdo parcial y muchas veces incumplido no es sino el prolegómeno de otro conflicto y, quizás, de otra amenaza de huelga.

‘Darle la patada a la lata’ del conflicto laboral, para volver a encontrárselo sólo unos metros más adelante, no es una salida inteligente sino sólo una puerta de emergencia circunstancial.

Mientras tanto, la ciudadanía observa con espanto día tras día como las calles cada vez se ocultan tras más basura, tras el ennegrecimiento de las aceras, tras el vómito incontrolado de papeleras y contenedores que no pueden tragar más.
Por eso cerrar el conflicto bajo cualquier tipo de acuerdo que suponga menos efectivos de limpieza en nuestras calles, por más que hubiera acuerdo en ello, tampoco sería aceptable. Recordemos que el expediente de regulación de empleo que ha planteado la empresa contempla más de trescientos efectivos menos trabajando en la limpieza durante todo el período de vigencia del mismo, es decir, hasta 2017.

Cerrar un acuerdo en parecido sentido a ese, acabaría con la problemática laboral pero no con el tremendo lastre que tiene esta ciudad que es la falta de limpieza, que pasaría a ser aún más grueso. ¿A alguien le cabe en la cabeza que uno de los recortes más importantes del presupuesto municipal vaya a parar a una de nuestras mayores debilidades como ciudad que es la limpieza?

Málaga no puede ir contra Málaga. El conflicto laboral que se plantea con Limasa no puede establecerse como un bucle permanente del que no pueden salirse ni la ciudad ni los actores principales del mismo. La solución a este problema, ocasionado por la dejadez del alcalde, que nunca ha sabido dar respuestas definitivas a los distintos planteamientos que le han surgido en el pasado, requiere una perspectiva política de calado, para dejar a un lado los parcheados que como podemos comprobar ahora no conducen a nada.

Me resisto a pensar que el problema de limpieza esté sólo y exclusivamente en los comportamientos incívicos de quienes la ensucian –aunque lo hay– o en los trabajadores que «cobran demasiado». Creo que hay que poner legítimamente en entredicho que siendo una de las ciudades que paga más caro por el servicio –en términos per cápita– (casi el doble que muchas otras), no reflexionemos si la empresa mixta es la mejor gestión de los presupuestos, que planteemos si los beneficios y otros cánones no son excesivos e, incluso, si no ha habido mal uso de los fondos públicos en externalizaciones más que cuestionables y en pagos muy costosos por determinados servicios. Es hora también de que la parte privada de la empresa rinda cuentas y ponga luz a las mismas. Ya se ha puesto el foco sobre las nóminas de los trabajadores. Pongámosla ahora sobre los millonarios ingresos que ha tenido la empresa privada.

Es en momentos como éste, en los que la ciudad se juega tanto y confluyen tantos intereses en un mismo objetivo, cuando el dirigente de la ciudad tiene que tener talla política. En este caso no se va a medir la talla enfrentando a trabajadores con la ciudadanía, deslegitimando acuerdos laborales rubricados por él mismo y, mucho menos, propiciando con declaraciones incendiarias una huelga en ciernes que tanto perjudica a la ciudad. Málaga no puede ir contra Málaga.

Los intereses generales deben primar sobre los particulares de una empresa. Los trabajadores no pueden convertirse por obra y gracia del alcalde en enemigos de la solución al conflicto y Málaga no puede permitirse una huelga de basura que golpee directamente en la maltrecha economía de la ciudad en unas fechas tan señaladas como son las fiestas navideñas.

Málaga se merece el esfuerzo de un acuerdo definitivo –y estable– a este problema que no se ha garantizado en años anteriores haciendo propuestas que no garantizaban la viabilidad a los acuerdos a largo plazo. No basta con puestas en escena. Hay que creer en lo que se hace y no enfrentar a una parte con otra, ni tampoco a unos ni a otros contra la ciudad. Málaga no puede ir contra Málaga.

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