BLOGOSFERA

María Gámez Gámez

Tensiones laborales


En esta portada del diario “El País” del pasado 12 de junio me llamó la atención la confluencia de dos titulares. En uno se podía leer: “Trabajo impulsa un despido barato en empresas con seis meses de pérdidas”, que se refería a la reforma laboral española (que finalmente no se ha correspondido tal cual con este titular) y el otro destacado reflejaba “Una ola de huelgas en demanda de mejores salarios recorre China”.

Bajo estos dos titulares se pone de manifiesto, bajo mi punto de vista, dos tensiones que se materializan en dos extremos del mundo en materia laboral. En Europa, por obligación más que por devoción, se están teniendo que tomar medidas en torno a la “flexiseguridad”, o sea, suavizar las condiciones empresariales en torno al despido, al tiempo que se fomenta la contratación estable. Y en el otro lado del planeta, en Asia, empieza a surgir un movimiento cuasi-sindical para tratar de garantizar unos derechos mínimos para los trabajadores. Hay que recordar que la indefensión de los trabajadores en China es tal que ya se han producido incluso hasta diez suicidios en alguna multinacional, fabricante de componentes para el iPhone, con fábrica en el sur de aquél país, a la que quieren obligar a que contemple derechos tan elementales como un salario mínimamente digno o la posibilidad de disfrutar de aire fresco que respirar en unas fábricas con temperaturas insoportables.

Muchas empresas norteamericanas y europeas han trasladado desde años atrás parte de su producción a países con menos cargas laborales y medioambientales, aprovechándose de estas condiciones “ventajosas” (ventajosas para la empresa, claro), como a Marruecos o Asia, entendiendo que así ganaban competitividad.

Esa ha sido la actitud de no pocas empresas españolas (son conocidos los desembarcos de algunas empresas vascas y catalanas allí) y de algunas andaluzas, que gracias también a ello han podido crecer en negocio para producir más barato. Empresas de Almería, Sevilla y Málaga, que a pesar del idioma y una cultura bien diferente, se arriesgaron a poner un pie allí, porque era una ventaja competitiva que no podían desdeñar.

Así lo he observado yo en la visita que hice a alguna de las empresas andaluzas en China. Y debo confesar que me produce sentimientos encontrados la valoración de este hecho por parte de nuestras empresas. Por un lado, reconozco la proeza de saltar como pequeña o mediana empresa al mercado asiático, para avanzar en su nivel de internacionalización, mientras por otra parte me produce una gran desazón comprobar que con ese gesto contribuimos a sostener un sistema tremendamente injusto para los trabajadores. Allí, ni los salarios, ni los horarios, ni las condiciones laborales son ni de lejos parecidas a la España de hace cuarenta años. Están en la época de la caverna. Y para qué hablar de las condiciones medioambientales. Esos términos aun no existen en sus diccionarios. Como por otra parte tampoco existió en el nuestro hasta que nos “modernizamos”.

Pero esta realidad va a cambiar. Como vemos por la noticia, y por otros muchos datos, el avance en derechos laborales en Asia va a ir dando pasos que no tendrán vuelta atrás (eso espero). Estos países van a ir elevando su exigencia en derechos y cuidados medioambientales. Algunas empresas, ante las incipientes protestas de los trabajadores, incluso están empezando a huir de China, a especies de “paraísos laborales” aún existentes en otros paises orientales, pero poco a poco quedarán pocos reductos a los que acudir para “deslocalizar” la producción.

Estos países irán, por la propia dinámica de la historia, alcanzando los justos derechos para sus trabajadores, y se irán aproximando a la legislación del entorno europeo.

Y mientras, en los países de nuestro entorno, los europeos, como ocurre ahora en el nuestro, en aparente contradicción, van a ir en dirección contraria, a buscar un punto medio donde las condiciones laborales no constriñan la posibilidad de reestructurar una empresa en tiempos difíciles, llegando por ejemplo al absurdo de que sea más fácil cerrar una empresa que reducir una cierta carga de personal, cuando los vientos para la empresa no soplen a favor. En época de bonanza económica algunas disfunciones de nuestra legislación laboral no fueron retocadas, pero ahora la reforma se hace inevitable e imprescindible.

En un mundo globalizado vemos como se globalizan también las exigencias de los trabajadores y las demandas empresariales. No estamos sólo ante una época de cambios, sino tal vez ante un cambio de época. Lo importante de todo ello es que mantengamos el necesario equilibrio entre ambas tensiones.

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