BLOGOSFERA
Sobre las libertades
La pesadilla francesa ocupa páginas y páginas de todos los medios de comunicación y parece inevitable escribir sobre ella: sobre sus autores, sobre sus motivos, sobre la revista Charlie Hebdo, sobre la sátira, sobre la censura, sobre la hipocresía social. Hay cientos de ramificaciones que van desde la política interior a la crítica del imperialismo, y quizás todas ellas sean necesarias para tratar de poner cierta lógica a un mundo cada vez más impredecible.
Coincide todo esto con la llegada del último número de la revista Letras Libres, cuya portada destaca el nuevo desorden mundial. Escriben Ignatieff, Moisés Naím, gente siempre estimulante. Leo que el autoritarismo de mercado, frente a las vacilantes democracias, va ganando terreno. Ha descubierto que, cuantas más libertades privadas permiten a sus ciudadanos, menos libertades públicas demandan. Una reflexión escrita antes de la masacre pero de plena y vigente actualidad.
En estos días no he dejado de pensar en las relaciones siempre difíciles en España entre la libertad de expresión, las creencias religiosas y la censura. Todos tenemos en la cabeza aquella imagen icónica creada por Els Joglars y Albert Boadella, en la que un guardia civil uniformado empuñaba un crucifijo como si fuese una ametralladora. O sus escarceos con la Moreneta, y de paso con el patriarca de la familia Pujol. En Málaga podríamos preguntar a Carlos Taillefer por las reacciones a su injustamente olvidada película que retrataba la Semana Santa malagueña, Por la Gracia de Dios. Incluso en fechas recientes hemos sabido de exposiciones clausuradas o de obras de teatro canceladas por miedo a herir las habituales suspicacias de los de siempre.
De manera que parece que vuelve a imponerse una nueva vuelta de tuerca en la constricción creativa. De entrada ya sabemos que van a aumentar los controles, como si no supiéramos que ya estábamos todos controlados, pero esta vez con la ley detrás, sin apenas protestas ciudadanas. Y también intuimos que se acercan malos tiempos para la lírica, a la que se reclamará un papel más lúdico y menos crítico, una función más espectacular y menos reflexiva.
En París los fanáticos han asesinado a 17 personas, en varios episodios que han añadido un punto de confusión a lo ocurrido. En Letras Libres un reportaje acredita que desde el año 2009 han sido al menos 47 los periodistas asesinados o desaparecidos en México por razones vinculadas a su trabajo periodístico. Es un escándalo mayúsculo, pero esta vez perpetrado en nombre del poder, del dinero, del narco, de la propia política mexicana. No está el Islam de por medio y eso convierte a esta tragedia cotidiana, a este goteo de valor y muerte un papel secundario en la Historia. No hay choque de civilizaciones ni sesudas teorías que se refieran al caso mexicano, porque de hecho se trata de la vieja historia de toda la vida: la que enfrenta a quienes luchan por acabar con los privilegios y la impunidad de unos pocos y a quienes no tienen dudas en usar la violencia para perpetuar su poder.
Ayotzinapa, donde 43 estudiantes fueron asesinados por oponerse a una determinada forma de hacer política, no es París. Ni tampoco lo es Nigeria, donde Boko Haram campa a sus anchas, utilizando incluso a niñas para sus atentados suicidas. Hay un nuevo desorden mundial, sí, pero sólo ocupa las portadas mediáticas y los titulares cuando sus consecuencias nos golpean de lleno en la cara, o en el estómago. Tan viejo como la Historia. Ya sabemos el final.