BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Porque pueden


La tradición del llamado republicanismo cívico es una tradición política muy exigente con el poder. Porque el poder, con su mera y necesaria existencia, pone en peligro lo más valioso que tenemos los seres humanos: la libertad. Cuando no se tiene libertad uno está expuesto a la voluntad caprichosa de otro, y vive con miedo. Y lo malo de vivir con miedo es que uno termina teniendo miedo a vivir.

Hay una escena en la película Prometeus en la que un robot humanoide le pregunta a un científico: «¿por qué nos habéis creado?». El científico le responde: «porque podemos». Más adelante el robot hará algo terrible para los seres humanos, y lo hará por el mismo motivo que le explicó el científico: porque puede. A lo largo de mi vida he visto actuar a algunas personas de esa manera; en la política, pero no sólo, ni principalmente, también en la universidad o en la mili. En el mundo de la empresa estas cosas ni se cuestionan, se dan por supuestas. Y más en el precario mundo laboral de la crisis.

Una persona que trabajaba en los servicios centrales de una entidad financiera, hoy intervenida, me contó que uno de sus jefes le exigió que pusiera a los miembros más jóvenes y guapos de su equipo en las mesas más próximas al pasillo, porque a uno de los jefazos que pasaba por allí diariamente le gustaba verse rodeado de juventud y belleza. Cuesta poco imaginar la conversación entre ambos jefes, una conversación frívola entre dioses eufóricos, en el Olimpo de un hotel de lujo de un país exótico. Una conversación entre hombres que no tienen que dar explicaciones a nadie, y que termina en una decisión tan real y aparentemente trivial como cambiar a la gente de mesa de un día para otro según su aspecto. Como decía Thomas de Quincey en El asesinato considerado como una de las Bellas Artes: se empieza por matar y robar y se acaba por no dar los buenos días. Uno empieza por hacer operaciones financieras ruinosas, sigue por tratar de cubrirlas saqueando a los jubilados con las preferentes y termina por exigir que le pongan gente guapa en el pasillo.

Lo cierto es que en mi vida como diputado he visto pocas arbitrariedades. Uno puede tener la tentación de hacer algo caprichoso, injustificado, pero no llegará muy lejos, como mucho a Canarias. Provocarás un escándalo, obviamente contra ti; pero, para hacer una arbitrariedad importante tienes que convencer de tu idea a demasiada gente, incluso antes de que 176 diputados voten a favor de la misma en el pleno. Y no basta con la mayoría absoluta de los votos. Tu propuesta debe ser coherente con las leyes y la Constitución. Así que el poder de los representantes de los ciudadanos es bastante limitado. Por ejemplo, el presidente del Congreso está mucho más limitado por el reglamento para interferir arbitrariamente en un debate político que el presentador de una tertulia mediática. Claro que, hasta el mismísimo y poderoso director de esa tertulia, llegado el caso, como parlamentario es un don nadie.

Porque no son los representantes del pueblo, sino los del dinero, los que pueden.

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