BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

La patria tenía un precio


Ha coincidido en el tiempo y en el espacio el sórdido descubrimiento del patriotismo a sueldo y comisión de don José María Aznar y del muy honorable Jordi Pujol. Del primero ya sabíamos su afición a los oropeles y al liberalismo estadounidense, con los pies en la mesa y el puro cercano a la comisura de los labios. Al segundo, su gran engaño y su aparente austeridad le habían convertido en un auténtico hombre de Estado, un señor respetable, un servidor público merecedor de respeto y cortesía.

Sin embargo, el precipicio por el que se despeña nuestro país ha configurado una meta volante, en plena caída libre, con este sangrante caso de amor al dinero. Por una parte se ha sabido que Aznar era comisionista de una importante empresa española para conseguir contratos con Libia –nada más y nada menos- y que sólo la guerra civil que acabó con el mandatario terrorista y su terrible saga familiar le jodió el negocio. De haber seguido el sátrapa Gadafi en el poder –sí, el que financió los atentados de Lockerbie y otras muchas acciones sanguinarias- el amigo Aznar se habría embolsado seis millones de euros, posiblemente en las Islas Caimán, lejos de la Agencia Tributaria y sus conocidos impuestos confiscatorios. El dinero no tiene color, lo aprendimos con Paul Newman.

Por otra parte, el muy honorable Jordi Pujol parece que ha gestionado el catalanismo a golpe de transferencias a Andorra. El hombre que se ofrecía para la gobernabilidad en tiempos de minorías –ahora con Felipe, ahora con Aznar- ha tenido que comparecer en el Parlament de Catalunya sorprendido por la policía con un patrimonio muy considerable y muy superior al que podría amasar un tacaño de primera categoría. Sus hijos parecen implicados, una antigua nuera ha cantado de lo lindo y todo parece indicar que una de las familias más solventes de Cataluña lo era a base de trasiegos ilegales amparados en la marca Pujol, ejemplo de honestidad y catalanismo patriótico. La mítica laboriosidad catalana ha quedado fuertemente dañada.

El escándalo habría sido mayúsculo de no ser España un país moralmente arruinado. Ya casi a nadie parece importarle que del lema castrense “Todo por la patria” nos hayamos deslizado al “Todo por la pasta”, título visionario de aquella estupenda película de Enrique Urbizu, con la malagueña Kiti Manver en un papel estelar, por cierto. Todo un Presidente de España se dedica a vender a cualquiera los restos de la marca España a cambio de una comisión. Todo un Presidente de Cataluña hace caso al dicho de que “el dinero no tiene país” para acumular euros en Andorra, tan cerca de La Bruja de Oro, tan lejos de Hacienda, la estatal y la autonómica.

Con prohombres como éstos resulta muy difícil elevar la moral de la tropa. Cuando los propios mandatarios se comportan de esta manera, ¿cómo seguir exigiendo sacrificios? Tampoco se enteran las grandes empresas, que acaban de pedir –a través del Consejo Empresarial para la Competitividad- un nuevo ajuste fiscal de 30.000 millones de euros. En sus propuestas, el fraude fiscal apenas existe, sólo el fraude laboral. Faltaría más. En casa del ahorcado lo mejor es no mentar la soga. Mientras las élites desvarían, la sociedad hierve. Se intuye la proximidad del punto de ebullición. El baño de realidad va a ser de agua hirviendo. Y todavía habrá quien no se entere.

TRANSPARENCIA

Información económica sobre el PSOE de Málaga y de sus cargos