BLOGOSFERA
Códigos éticos
En el año 2004, nada más llegar a la Delegación de Hacienda de la Junta de Andalucía, recibí en mi despacho una caja de vino con seis botellas. Pregunté quién la enviaba y cuando el amable trabajador de SEUR respondió Tomás Olivo le dije que la devolviera a su procedencia. A la semana siguiente se produjo un nuevo intento, con idéntico resultado. No hace falta firmar ningún código ético para saber lo que es correcto, para diferenciar lo que está bien de lo que está mal. Y sobre intenciones y demás, si no eres capaz de distinguir mejor te quedas en casa.
Este largo fin de semana he firmado el código ético que ha impulsado Pedro Sánchez en el PSOE. No entiendo muy bien que una persona adulta y responsable necesite firmar uno de estos códigos para ser honorable en sus comportamientos. Pero si ayuda a la causa de la regeneración democrática, pues se hace. Imagino que los usuarios de las tarjetas opacas de Cajamadrid sabían muy bien lo que estaban haciendo, de la misma manera que lo saben quienes defraudan a Hacienda, quienes acosan laboralmente a sus trabajadores o quienes figuran en relevantes consejos de administración no para vigilar las cuentas con independencia, sino más bien para cobrar jugosas retribuciones en metálico y en especie. A estas alturas, las reglas del juego están bastante claras. Lo que es legal no siempre es moral, y se sabe. Negar la evidencia es muy absurdo.
La ética de los políticos no puede quedar rebajada al plano estrictamente económico. Un buen político es una persona que hace suyos los problemas de los demás, y que además trabaja, duro, para resolverlos. Hacerlo bien desde la política no puede ser tan sólo rechazar regalos que superen los 60 euros, sino que la política conlleva unas obligaciones de dedicación y esfuerzo que superan muy claramente todos esos pequeños detalles que empequeñecen la vocación política y la enturbian. Hay casos y casos de compromiso político mal pagado, y también, por desgracia, casos de personas ejemplares que, ahora se sabe, pusieron precio, y muy alto, a su dedicación política y a su aparente patriotismo.
Pero la ética no es sólo económica. Eres igualmente obsceno si aprovechas las posibilidades que te proporciona la política para ayudarte básicamente a ti mismo, y no al conjunto de la sociedad. Tan sucio es aceptar regalos inapropiados o forrarse desde el poder como utilizar los resortes del poder para transformar, mayormente, como en el chiste aquél, tu propia vida y la de las personas que te acompañan más de cerca. La ética de los políticos debe incorporar siempre un componente rebelde, la capacidad de criticar lo que se hace mal, la necesidad de elevar la voz cuando tus propios compañeros o tus líderes han hecho de la política un trampolín personal o un muy cómodo estilo de vida. La política ética supone entrega, compromiso, empatía, desvelo. Poner el foco sólo en el dinero revela lo bajo que hemos caído. Tan bajo que hemos marcado nuestro propio precio. El pack de la primera temporada de True Detective, o un lote de libros de El Acantilado. Ojalá fuese tan sencillo, tan simple. Pero no lo es.