BLOGOSFERA

Enrique Benítez Palma

¿Sueñan los ciudadanos con políticos transparentes?


En los últimos tiempos he tomado la iniciativa, motu proprio y por convicción, de aplicarme en cuestión de transparencia. Primero a través de mi propia plataforma web, www.ebenitez.es, en la que publico toda mi agenda política, todos mis datos económicos (lo que incluye nómina, dietas y renta) y abro la puerta a la colaboración ciudadana en el proceso legislativo. Y también como primer parlamentario socialista andaluz de alta en www.osoigo.com, la web de los políticos que escuchan, donde cualquier ciudadano puede preguntarnos lo que quiera, y si consigue 50 apoyos, quedamos obligados a contestar esa pregunta en un plazo de 72 horas.

Hasta ahora también utilizaba otras redes sociales para dar a conocer mi trabajo político y también para estar al tanto de lo que se cuece en la calle. Hay políticos muy valorados en las redes, pero que sólo las utilizan como en los viejos tiempos, para presumir de lo muchísimo que hacen, pero no para contestar lo que se les plantea. Algunas jóvenes promesas de la política tienen miles de seguidores pero jamás han contestado ni un mensaje ni un tuit crítico con sus planteamientos. Y los grandes líderes disponen de equipos de comunicación profesionales que les gestionan sus cuentas de Facebook o de Twitter.

Hace pocos días sufrí el desprecio de un joven aunque sobradamente preparado intelectual de este país. El tipo, colaborador de los suplementos culturales de El País y de ABC, entre otros, insultaba a los socialistas y a su nuevo líder salido de las primarias en una famosa red social en la que éramos “amigos”, y cuando le pregunté educadamente la base de sus comentarios descargó de repente una cantidad desorbitada de mala educación, ruido y furia. Demasiada violencia verbal para un chico nacido en 1976 y aspirante a escritor, a figura de la cultura. Me hizo pensar en los mecanismos que fijan los prejuicios y en la utilidad real de las redes sociales para tratar de establecer una comunicación directa entre los ciudadanos y sus representantes públicos. La promesa del diálogo en un país tan visceral puede acabar convirtiéndose en una suerte de barra libre para el desahogo cobarde y para el intercambio de insultos, más que de argumentos.

La experiencia, sin embargo, no puede ser más positiva. Algunas personas han contactado conmigo sin conocerme directamente, para contarme sus problemas. En septiembre llevaré ya al Parlamento de Andalucía una iniciativa basada en la colaboración de un ciudadano de Córdoba. Y gracias a las preguntas que me han llegado he conocido que se ha firmado un acuerdo de adopción internacional con el gobierno ruso que impide que los niños de ese país puedan ser adoptados por parejas LGTB.

La transparencia significa exigencia. Cuando vas a publicar lo que haces y lo que decides tienes que plantearte muchas cosas previamente. Ese retrato ante la sociedad te obliga a elevar tu propio listón, a estar seguro de lo que haces y a saber siempre por qué lo haces. Hay que tener tiempo para contestar (y aquí surge el problema del one to many) pero también sólidos argumentos para convencer a otros, o al menos tratar de hacerlo. Es muy gratificante. Ahora sólo falta que se valore, fuera de los partidos pero también dentro. Dar la cara no siempre sale bien. Entre bambalinas se vive mucho más cómodo. Entre la masa enfurecida también.

TRANSPARENCIA

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