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Austeridad y democracia
Uno de los efectos secundarios más perjudiciales de las políticas de austeridad que se están aplicando en Europa es el que tiene como víctima a la democracia, es decir, a la participación ciudadana en los asuntos públicos, al concepto inclusivo de ciudadanía. Si la austeridad mata, como pusieron de manifiesto en su celebrado y reconocido libro homónimo los profesores David Stuckler y Sanjay Basu, si la austeridad es una idea peligrosa, como acaba de demostrar en otro libro imprescindible Mark Blyth, entonces tenemos que leer al sociólogo Claus Offe para identificar los riesgos que para la democracia y esto se ha comprobado en las recientes elecciones europeas- tiene el seguimiento de una política económica sesgada únicamente hacia los intereses del capital financiera y las grandes corporaciones bancarias.
Falta dinamismo y falta discurso en la izquierda europea. También en España. Hace años que la Política ha dado la espalda a los hallazgos y recomendaciones de la Ciencia Política y de la Sociología. Se lee poco y mal. Se sospecha del que frecuenta libros y revistas. La renovación ideológica tiene muchas palancas en las que apoyarse. Pero no se hace, sin que nadie haya explicado los motivos. Impera la desconfianza.
La relación entre crisis económica y desafección política está más que estudiada y documentada. En España ha sido la Fundación Alternativas la última institución que ha publicado un certero análisis que relaciona el desempleo con la abstención. Se trata de un hecho bien conocido por sociólogos y estudiosos de las campañas y resultados electorales. Por eso es tan peligrosa la actual política económica europea, porque además de favorecer los grandes intereses económicos aleja a los ciudadanos de la política. Y esa espiral de alejamiento puede provocar abstención, pero también abrir la puerta a populismos de izquierda y derecha, o alimentar incluso potenciales opciones políticas que están directamente en contra de todo, del sistema, de Europa, del euro y de cualquier atisbo de humanidad social. El siguiente paso sería un sálvese quien pueda.
Claus Offe, reputado sociólogo de larga trayectoria académica, lleva desde 2012 escribiendo artículos y dando conferencias en las que trata de alertar de esta desafección democrática, de este ataque a las reglas del juego que trae consigo la austeridad. De formación marxista, propone una renta básica universal para promover la atención de los ciudadanos hacia la política. Una idea muchas veces barajada y siempre descartada. Pero mientras se consigue o no, también es firme partidario de la intervención del Estado en el debate público, y defiende con sólidos argumentos la necesidad de fomentar desde lo público medidas para promover la participación, para difundir las decisiones y para permitir que los ciudadanos se conviertan en miembros activos del debate, con conocimiento de causa, para que la democracia sea un término lleno de contenido y eficaz en sus fines.
Como Offe, muchos otros investigadores sociales están realizando sus propias propuestas y lanzando sus propias alertas. Desde las Ciencias Económicas a las Ciencias Políticas, hay un estado de ebullición de ideas a favor de nuevos contratos sociales, a favor de políticas progresistas actualizadas, a favor de una economía que ponga el foco de sus preocupaciones y de sus medidas en las personas, y no en el servilismo al poder corporativo. Hay buenas ideas y buenos consejos esperando simplemente la decisión para ponerlas en práctica y un liderazgo adecuado. No es cierto que no haya alternativas. Pero si la izquierda prefiere mirarse constantemente al ombligo, difícilmente las descubrirá.