BLOGOSFERA
Esperando a Cincinato
Hay héroes políticos cuya memoria pervive a lo largo de los siglos como una inspiración para las generaciones posteriores. Uno de esos héroes fue Lucio Quincio Cincinato, un patricio de los primeros tiempos de la República Romana, que aceptó el cargo de dictador en el año 458 a. C., para resolver una grave crisis provocada por la invasión del ejército de un pueblo vecino. Se cuenta que cuando la delegación del Senado acudió a ofrecerle el puesto lo encontró arando las tierras de su pequeña granja. Cincinato venció a los enemigos de Roma en dieciséis días y, pudiendo prolongar su mandato seis meses más, se marchó a su casa a seguir trabajando sus tierras.
Cincinato era un republicano (en el sentido romano), y un republicano desconfía tanto del poder que procura ni sufrirlo, ni tenerlo. Decía Albert Camus que «si ha de haber guerra, que la haya, y que la gane el que menos la ame». Está visto que en las sociedades humanas ha de haber alguna forma de poder, y por eso deberíamos decir, parafraseando a Camus, que si ha de haber poder, que lo haya, y que lo tenga el que menos lo ame. Los romanos supieron reconocer la virtud de Cincinato, es verdad que para reconocer esa virtud hay que ser un republicano; si no eres un republicano, entonces tiendes a pensar que Cincinato es un pobre ingenuo, por decirlo con palabras respetuosas.
El socialismo es un ideal republicano (en el sentido romano y en el otro), y los socialistas deberían entender de manera republicana su relación con el poder. Los republicanos no son partidarios de que los gobiernen los hombres sino las leyes. Leyes respetuosas con la libertad de cada ciudadano o ciudadana, leyes pensadas para maximizar esa libertad. Una libertad que consiste en no estar sometido al capricho de ningún poder, de no ser vulnerable a la arbitrariedad del empresario, del encargado de personal de la empresa, del periodista corrupto, o del secretario de organización de la agrupación.
A veces el amo es la multitud, por eso el republicano sabe distinguir entre democracia y populismo, que es la democracia sin leyes, o con leyes que se cambian fácilmente al calor de las pasiones populares. Por eso el republicano es un régimen mixto, que busca contrapesos y equilibrios. El republicano desconfía de los liderazgos cesaristas, sean esos liderazgos hijos de una multitud indignada o de una oligarquía antidemocrática, porque el cesarismo es precisamente lo contrario del republicanismo.
Más de un siglo después de que Cincinato salvara a Roma y se fuera a trabajar su campo, Demóstenes advertía a los atenienses: «porque no es posible, no es posible que un solo hombre sea capaz algún día de realizar para vosotros todo eso que queréis; prometer, sin embargo, y hacer afirmaciones y acusar a fulano y a mengano, eso sí que es posible, pero a raíz de esas prácticas nuestra política se malogra».
Hay que ser muy republicano para liderar la solución de una crisis y no aprovechar para perpetuarse en el poder, pero eso es justo lo que necesitamos.