BLOGOSFERA

José Andrés Torres Mora

Filípica


En el año 343 antes de nuestra era, Demóstenes, el célebre político y orador griego, hacía campaña para preservar la democracia ateniense de los intentos de Filipo, el padre de Alejandro Magno, de someterla a su imperio. En la llamada segunda filípica, Demóstenes se dirige a Esquines, su contrincante, líder del partido oligárquico y partidario de una paz deshonrosa con Filipo, y le dice: «Denunciador de Merocles, porque había exigido veinte dracmas a cada uno de los arrendatarios de las minas, y de Cefisofonte, al cual acusabas de sacrílego por haber entregado siete minas al Tesoro tres días después del plazo marcado, hoy no solamente no persigues, sino que pretendes se absuelva a los que han recibido dinero del Monarca, a los que confiesan este crimen, a los destructores de nuestros aliados, a culpables convictos y cogidos en flagrante delito. Estas son culpas temibles, culpas que requieren la más vigilante previsión, mientras que los delitos que persigues no tienen importancia ninguna. Vais a verlo».

¿Cuáles son esos delitos que no tienen ninguna importancia para un político de una democracia que ya tenía más de siglo y medio de antigüedad? Escuchemos a Demóstenes:

«¿No había en Elide gentes que robaban el Tesoro? Es por lo menos muy probable que las hubiese. Y bien, ¿existe allí uno solo que haya contribuido a la destrucción de la democracia elidense? Ninguno. Cuando Olinto estaba de pie, ¿no tenía también esta clase de ciudadanos? Creo que sí. ¿Y fueron ellos acaso los que ocasionaron la ruina de la ciudad? De ningún modo ¿Creéis que Megara no ha tenido nunca ningún estafador, ningún concusionario público? Es imposible que lo creáis, porque también allí ha penetrado el contagio de este mal. ¿Y pueden considerarse como los autores de los recientes infortunios de los megarenses? No. ¿A quién, pues, atribuir tantos atentados y tantos desastres? A los que se honraban con el título de huéspedes y amigos de Filipo; a los que tenían el mando de los ejércitos y la dirección de los negocios; a los que se creían destinados para dominar al Pueblo».

Demóstenes, muy fino, añade además que todos esos personajes que se dicen amigos de Filipo son solo sus sirvientes: «¿Cuándo has visto que los segadores y las demás gentes que ganan un salario se llamen los amigos y los huéspedes de quien les paga?». ¿Quién es Filipo de Macedonia en las democracias de comienzos del siglo XXI? Cada vez resulta más claro que es el poder financiero. En la justicia, la política y la prensa, hay algunos que, como Esquines, se dicen amigos, aunque son solo asalariados, de ese nuevo monarca. Son esas personas las que distraen cada día a los ciudadanos denunciando delitos, sin duda graves penal y moralmente, pero que Demóstenes consideraría “sin importancia ninguna” para la democracia. Entre tanto, los denunciantes u otros como ellos, cometen el verdadero delito político y, al servicio del capital financiero, nos privan de la democracia misma; y, con ella, del Estado del Bienestar, que es el soporte material de nuestras libertades.

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