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Montoro se hace socialista
La propuesta de reforma fiscal encargada por todo lo alto a un grupo de expertos todos ellos hombres por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, apenas ha durado diez días viva. La poca consistencia de sus propuestas estrella, y la manifiesta regresividad fiscal del documento en su conjunto, muy atento a las rentas más altas y a los intereses de las grandes empresas, ha hecho que descanse precipitadamente en algún oscuro cajón del último despacho del Ministerio, custodiado por ujieres y edecanes para evitar su posible fuga «a lo Aguirre».
Lo más curioso de todo es que, escaldado por la acogida social que ha tenido tan prestigioso informe, cuyo coste real se desconoce por completo en plena era de la transparencia gubernamental, Montoro se ha descolgado con la propuesta de un «impuesto negativo» sobre la renta, destinado a premiar fiscalmente a las madres trabajadoras que se reincorporen al mercado laboral. Una propuesta que no está en el masculino informe del grupo de expertos, y que quizás habría tenido cabida de incorporar en su momento, como muchos demandamos, alguna mujer experta en temas fiscales, que haberlas haylas, y muchas, aunque no las conozca Montoro.
La idea original de un impuesto negativo, aunque parezca un contrasentido en los términos, es antigua, del siglo XIX, pero luego fue perfeccionada por economistas de la talla de Milton Friedman (neoliberal) o James Tobin (más intervencionista). La idea es utilizar la declaración de la renta para proporcionar unos ingresos mínimos, evitando así los incentivos perversos que suelen esconder las ayudas públicas. El diseño más radical de estas propuestas lleva a defender la eliminación de los servicios sociales, ya que al garantizar el Estado una renta mínima cada cual se haría cargo de su propia responsabilidad personal, descargando así al sector público de la necesidad de seguir ofreciendo servicios dirigidos al bienestar colectivo.
De manera que hay que leer muy bien la letra pequeña de la propuesta de Cristóbal Montoro. Si se ha vuelto socialista, cosa que dudo a estas alturas, su idea de ayudar a través del impuesto sobre la renta a las madres que se incorporen al mercado de trabajo debe funcionar como un estímulo y como un mecanismo compensatorio que evite la llamada «trampa de la pobreza»: con salarios tan bajos, con tan malas condiciones laborales, para muchas madres con hijos e hijas a su cargo puede resultar más caro volver a trabajar hay que pagar guardería, gasolina, etcétera que quedarse en casa desperdiciando su formación y su talento.
Pero si Montoro sigue siendo lo que es, detrás de una propuesta tan atractiva a simple vista puede esconderse una trampa mortal para la igualdad, el primer cartucho de la demolición del sistema público de ayuda a las familias trabajadoras, un nuevo hito enmascarado en la destrucción de todo lo que era sólido de verdad hasta ahora. No se trata de desconfianza. Es la realidad tozuda y cruel la que obliga a tomar todas las precauciones posibles ante los balidos de un lobo que ya ha degollado a demasiadas ovejas.