BLOGOSFERA
Leer más allá del punto
El próximo martes se debatirá en el Pleno del Congreso de los Diputados una Proposición de Ley que envía el Parlamento de Cataluña para obtener la competencia que le permita «autorizar, convocar y celebrar un referéndum sobre el futuro político de Cataluña». Es curioso cómo funciona el cerebro. Si escribo, por ejemplo, «verdes las han». Enseguida se advierte que la frase está inconclusa. El punto después de «han» no consigue parar al pensamiento, el pensamiento sigue y nota que falta algo. Sin embargo uno ve el punto después de «Cataluña» en el enunciado de la Proposición de Ley y tiende a pensar que la frase está completa. Pero la frase está a medio terminar a poco que uno lo medite. En todo caso debería decir: «un referéndum sobre el futuro político de Cataluña y del resto de España».
Es verdad que a los independentistas catalanes no les importa el futuro político del resto de España; pero si lo piensan un poco, seguro que caen en que la secesión de Cataluña tendría importantes consecuencias para el resto de España. También es verdad que hay nacionalistas españoles a los que no les importa Cataluña y dicen «que se vayan»; pero a la mayor parte de los españoles y de las españolas nos importa, y no queremos que se vayan. Entre otras cosas, y me referiré solo a una, porque la gran mayoría de nosotros hemos sido educados en la idea de que España es un país de cuatro lenguas, y que eso nos hace culturalmente más ricos a todos. Especialmente a los que tienen la fortuna de hablar perfectamente al menos dos de esas lenguas.
Ciertamente alguien nos podría reprochar un enorme descuido al resto de los españoles al no haber aprendido catalán para leer a Espriu, Pla o Maragall, y no me atrevería a quitarle su buena parte de razón. Es este sentido son luminosos los versos que Gabriel Aresti le dedicara a Tomás Meabe, fundador de las Juventudes Socialistas: «Cierra los ojos muy suave/ Meabe/ Pestaña contra pestaña/ solo es español, Meabe/ quien sabe/ las cuatro lenguas de España». Visto así, ser español viene a ser, antes que un privilegio de nacimiento, una aspiración, un exigente ideal. Y quizá, bien mirado, catalanes, vascos y gallegos estén más cerca del ideal de las cuatro lenguas de lo que lo estamos el resto de los españoles. Al fin y al cabo a ellos sólo les faltan aprender dos para cumplirlo. Con todo, estoy seguro de que la inmensa mayoría de los catalanes sienten que también forman parte de su riqueza literaria escritores en castellano como Eduardo Mendoza, Vázquez Montalbán o Juan Marsé, porque también ser catalán es tener dos lenguas.
Si, al pasar a nuestro lado, escuchamos a alguien decir «el catalán no es español», en un fragmento de su conversación, no sabremos si esa persona es un independentista catalán o uno de esos nacionalistas españoles que quieren «que se vayan». Lo que sí es seguro es que esa persona deja de pensar cuando llega al punto, y de ahí no pasa, aunque después del punto esté lo mejor de nuestra cultura, aunque después del punto esté la vida.