BLOGOSFERA
Adolfo Suárez y la Transición
La muerte de Adolfo Suárez ha conmocionado a la sociedad española. Mi familia era muy de Suárez, sobre todo mi tía Ana, que incluso seguía votando al CDS en su triste ocaso, con Rodríguez Sahagún y cuatro más. Recuerdo que la dimisión de Suárez me pilló en casa de un compañero de clase, Juanjo López Montes, quizás fuese viernes. Su padre me dijo que mejor me iba a mi casa, que mis padres estarían preocupados. En efecto, así era. El riesgo de involución se palpaba en el ambiente. Todos sabemos lo que pasó después.
Con cierta perspectiva, hay muchas cosas de las que deberíamos estar un poco más orgullosos. Ahora se cuestiona todo, pero en aquellos momentos gestionar la situación no tuvo que ser nada fácil. Propiciar la democracia, sacar adelante una Constitución bastante social, construir un Estado partiendo casi de la nada, legalizar los partidos políticos. Cualquiera encuentra ahora a líderes capaces de proezas semejantes. Pongamos un poco de sentido común. ¿Alguien cree de verdad que en 1976 se podía poner encima de la mesa la república como forma de gobierno? La monarquía parlamentaria, hoy tan discutida, era la única opción razonable. Miremos las cosas con perspectiva histórica, sin prejuicios ni jugarretas ideológicas.
Ahora bien, que Suárez fuese un hombre modélico, que a mi entender lo fue, políticamente hablando, es una cosa, y que la Transición esté llena de luces y vacía de sombras es otra muy diferente. No confundamos al hombre con el proceso histórico. De Suárez hay que apreciar su valentía, su integridad, su vida austera y alejada de focos y protagonismo una vez fuera del escenario principal. Ya quisieran muchos poder presumir de los valores que Suárez ha logrado personificar sin competencia posible. Pero eso no obsta para discutir con criterio el legado de la Transición, como han puesto de manifiesto, por ejemplo, Vicenç Navarro (autor de Bienestar insuficiente, democracia incompleta) o el siempre incómodo Gregorio Morán, cuyo libro sobre aquellos años promete ser toda una caja de truenos y sorpresas.
Una de las críticas principales a nuestra Transición la formula el politólogo italiano Leonardo Morlino, que afirma que las democracias del sur de Europa heredaron con entusiasmo la ausencia de rendición de cuentas y de transparencia características de las dictaduras precedentes. De esas malas prácticas vienen muchos lodos que ahora nos impiden avanzar y ver el horizonte con cierta esperanza. A esa crítica yo añadiría la conversión de aquella generación de la Transición en una generación «tapón» de casi todas las generaciones posteriores. Unos cuantos llevan ya casi cuarenta años en primera fila, o entre bambalinas, y ahí quieren seguir, vitaliciamente. Cuarenta años ya. ¿Les suena? Vaya paradoja. Isaac Rosa escribía ayer que «la Transición murió en la cama». Inmejorable resumen de lo que pretendía contarles hoy.