BLOGOSFERA

Miguel Ángel Heredia Díaz

El futuro de nuestros hijos


Hay muchos que aseguran que hay vida en otros planetas, pero ésta sigue sin aparecer. Hace poco leía un libro de Gribbin titulado: 'Solos en el Universo, el milagro de la vida en la Tierra', donde argumen­ta que es casi imposible que surja vida en un pla­neta, de hecho, nosotros estamos aquí fruto de una multitud de casualidades, que difícilmente vuel­van a producirse.

En cualquier caso, este es el único planeta que tenemos, no hay un plan B, y si no lo cuidamos, pronto nos podemos quedar sin él y dejar sin fu­turo a nuestros hijos y a las próximas generacio­nes.

Los climatólogos llevan tres décadas advirtién­donos de las amenazas que penden sobre el futu­ro humano en nuestro planeta. En pocas palabras, dicen que desde la Revolución Industrial la Tierra se ha ido calentando progresivamente. La culpa la tienen el uso de combustibles fósiles y la emisión de gases de efec­to invernadero.

Hace unos días iba de sende­rismo con mis hijos por la fuen­te de los 100 Caños en Villanue­va del Trabuco y la encontré sin una gota de agua. Lleva un año prácticamente sin llover, desde octubre de 2018, cuando cayeron en nuestra provincia aquellas llu­vias torrenciales de tan mal re­cuerdo. Poca lluvia y mucho ca­lor.

Recientemente conocíamos un informe de la Organización Meteorológica Mundial donde señalaba que el cambio climático va a llegar antes y mucho más fuerte de lo previsto. Desde tiempos preindustria­les la temperatura ha subido 1,1°C en la Tierra. Hay muchos más incendios y no sólo en el Amazonas, incluso en el Ártico, donde este verano se han re­gistrado tantos como en la última década junta. Se reduce la extensión de los hielos. En el Árti­co desde 1979 se reduce un 12% por década y en el Antártico en cuatro años se ha perdido tanto hie­lo como en 34 años en el Ártico.

El nivel del mar se acelera. De 3 mm por año des­de 1997-2006 a 4 mm por año de 2007-2016; y la acidez del mar ha aumentado un 26% desde la era industrial.

El problema es que seguimos emitiendo gases de efecto invernadero al utilizar carbón, petróleo o gas y eso provocará que en 2100 la temperatura en la Tierra estará entre 2 y 6° C por encima de la actual.


Esta subida puede disparar aún más las tempe­raturas, provocando un deshielo del permafrost en la llanura siberiana y con el metano acumulado in­corporándose a la atmósfera, un metano cuyo efec­to invernadero es muy superior al CO2; además, aumentarían los incendios y eso liberaría aún más CO2, incrementando todo ello la acidez del mar, lo que disolvería las conchas de moluscos, crustá­ceos y con ello la comida de muchos tipos de pe­ces, lo que haría un daño irreparable a la pesca, sin olvidar que aumentarán las sequías, fundamental­mente en África y Asia.

Pero como dice la ley de Murphy, todo puede empeorar. Hace una semana se conocía otro infor­me del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología, donde nuestro mar es uno de los puntos calientes de esta crisis global. Aquí la temperatu­ra ha aumentado más que la media terrestre, 1,5° C desde niveles preindustriales. Si no se adoptan medidas el incremento llegará a 3,8°C en 2100 con una subida de un metro del mar, con lo que esto puede suponer por ejemplo para la Costa del Sol. Por no hablar de las sequías, que han aumentado en nuestro país desde 1950.

Hay quien sigue pensando como Trump, Bolsonaro o las ultraderechas que eso del cambio climático es un cuento chino, y para ello se basan en informes de empresas fósiles, de coches o fundaciones de derechas. Hablan de que el aumento de temperaturas se deben a otros factores como el movimiento de la Tierra, las manchas solares o la erupción de volcanes; incluso dicen que no es la primera vez que suben tanto las temperaturas, es verdad, subieron a niveles similares hace 65 millones de años, pero ya vimos cómo les fue a los dinosaurios entonces y esperemos que los de ahora no se salgan con la suya.

Las soluciones al problema no son fáciles ni inmediatas. Se ha­blan de medidas como reforestar gran parte de la superficie terrestre, enterrar dió­xido de carbono en los estratos geológicos profun­dos, sembrar la atmósfera de partículas de azufre, apostar por energías alternativas: solares, eólicas, geotérmicas, incluso se plantea la energía nuclear, reformar la agricultura responsable del 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. En cual­quier caso, habrá que innovar e investigar mucho. Y los gobiernos deben comprometerse en esta lucha, porque cada tonelada de CO2 que se reduz­ca cuenta. Pedro Sánchez ha planteado la declara­ción de emergencia climática, ya aprobada en el Parlamento y con carácter inmediato aprobar la ley de Cambio Climático y Transición Energética, apostando por energías renovables y un calenda­rio adecuado de cierre de centrales de carbón. A otros en Andalucía se ve que este problema no les preocupa tanto, así lo primero que hizo Moreno Bonilla cuando llegó a la Junta fue eliminar la Con­sejería de Medio Ambiente.

No es el momento de entrar en luchas partidis­tas, sino de buscar soluciones. Mis hijos hacen que me interese por el futuro, incluso por el futuro le­jano. Debemos preocuparnos por el futuro, por el futuro humano.

TRANSPARENCIA

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